La DANA de Valencia es una de las mayores catástrofes ambientales que ha habido en España, no solo por las personas que han muerto, sino también por los daños materiales, anímicos y de salud mental.
Valencia fue impactada de forma muy fuerte por un fenómeno meteorológico, pero sus causas y efectos no son culpa de la naturaleza. En el desastre ha habido una concatenación de diversos problemas, entre los que habría que citar al cambio climático, un modelo de desarrollo basado en la especulación inmobiliaria y el turismo, que ha supuesto una desastrosa planificación urbanística y, por último, una funesta gestión de la catástrofe.
El Grupo Intergubernamental de Expertos para el Cambio Climático de la ONU (IPCC), advertía en 2021 que el Mediterráneo es una zona de alto riesgo por temperaturas y precipitaciones extremas. Es un mar que arde, que ha elevado su temperatura en 2 °C respecto a los últimos veinte años, alcanzando los 30 °C el pasado verano. Su gran calentamiento es una bomba de relojería. Es algo que no se puede ignorar, porque hacerlo implica graves consecuencias.
Lo que ha ocurrido en Valencia es un ejemplo de lo que no hay que hacer. La gestión de la catástrofe por parte de la Generalitat valenciana ha sido un cúmulo de errores, fallos y una falta de responsabilidad absoluta. Desde esas doce horas que se tardaron en enviar los avisos a los móviles y que pudieron salvar vidas, hasta una de las primeras decisiones que adoptó el gobierno de Mazón cuando llegó a la Generalitat de la mano de Vox, que fue disolver la Unidad Valenciana de Emergencias, que hubiera podido ayudar mucho en esta tragedia. Desde 2013, el cambio climático está incorporado en los informes como un riesgo de seguridad nacional.
Valencia fue impactada de forma muy fuerte por un fenómeno meteorológico, pero sus causas y efectos no son culpa de la naturaleza
Años y años de discurso negacionista climático le han estallado al PP con una DANA muy destructiva, hija de la crisis climática. Un periplo que abarca con la burla sobre el «apocalipsis climático» de José María Aznar, hasta la supresión de la Agencia Valenciana del Cambio Climático que este mismo año fue llevada a cabo por el president de la Generalitat valenciana cuando de lo que se trata es de hacer caso a la ciencia, que se basa en estudios y evidencia.
El agua siempre regresa a sus cauces y hay lugares donde nunca se debió construir. Muchas veces se ha hablado y estos días mucho que la DANA de Valencia es un desastre natural, que son inundaciones catastróficas e imprevisibles, cuando de lo que hay que hablar es de construcciones catastróficas. Si ocupamos los dominios del río, tarde o temprano, serán ocupadas por el agua. Las crecidas son fenómenos naturales previsibles.
Las inundaciones nunca podrán evitarse totalmente; para ello, tendríamos que conseguir que no lloviera. Debemos convivir con los riesgos y mitigar sus efectos con la ordenación del territorio, asignación de usos del suelo compatibles con la inundación y el apoyo en sistemas de prevención y alerta hidrológica.
Las obras de defensa frente a inundaciones, en muchos casos, han agravado los daños por inundaciones. Dragados, diques y encauzamientos aumentan la exposición al riesgo, una mayor ocupación de zonas inundables, y aumentan la velocidad del agua y su capacidad de destrucción aguas abajo.
A la luz del desastre de Valencia, es urgente tomarse muy en serio el cambio climático, reduciendo emisiones y poniendo en marcha con la máxima celeridad medidas de adaptación. Se debe redefinir a todos los niveles la ordenación del territorio, eliminando viviendas y equipamientos públicos en zonas de alto riesgo, prohibiendo construir más en zonas inundables y devolviendo a ríos, barrancos y cauces el espacio que se les ha quitado. La alerta temprana y la reacción ante lluvias torrenciales e inundaciones deben anteponer la vida de las personas y el interés público a los intereses económicos. Y, además, una educación y capacitación de la ciudadanía es fundamental para saber actuar en situaciones de emergencia y reducir los daños personales.