Un equipo de investigación del Instituto Andaluz de Investigación y Formación Agraria y Pesquera (IFAPA, centro ‘El Toruño’) ha relacionado la salinidad del agua en el estuario del Guadalquivir con la calidad nutricional del plancton vegetal, microorganismos que obtienen la energía del sol y suponen la base de la cadena de alimentación de este ecosistema. El fitoplancton incluye especies de mayor o menor calidad como alimento, diferencia que los expertos obtienen midiendo la cantidad de ácidos grasos. El estudio analiza un ámbito de cría para especies de gran interés pesquero, en particular el boquerón.
Este nuevo enfoque basado en lípidos mejora el conocimiento del estado nutricional en estuarios turbios. “Cuando se pasa de agua dulce a salada, aparecen microalgas, como diatomeas o dinoflagelados, que poseen mayor porcentaje de ácidos grasos”, señala a la Fundación Descubre el investigador José Pedro Cañavate, primer autor del estudio ‘Contrasting fatty acids with other indicators to assess nutritional status of suspended particulate organic matter in a turbid estuary’, publicado en la revista Estuarine, Coastal and Shelf Science.
Los expertos han comprobado que el valor nutricional de la materia orgánica en suspensión llega a duplicarse con salinidades elevadas. “El fitoplancton cambia la estructura de la comunidad del agua dulce a la salada, pasando de la predominancia de especies como cianobacterias, de menor valor nutricional, a la de dinoflagelados o diatomeas. Además, los ácidos grasos permiten un análisis de la transmisión de alimentos más completo que los indicadores tradicionales, como han comprobado estudios realizados en la última década”, afirma Cañavate.
El científico valora que el trabajo aborda un aspecto, la relación de sal y nutrientes, muy desconocido en el estuario del Guadalquivir, el mayor de Andalucía en volumen de agua. Además es reserva de pesca, dado que crían en él y su entorno especies de gran valor comercial. El macroinvertebrado más abundante es el camarón, que canaliza la producción de biomasa hacia especies de mayor porte.
Durante dos años tomaron muestras desde un barco, extrayendo del agua capturada el material sólido para realizar análisis de lípidos y ácidos grasos. “Estos compuestos nos permitieron discernir mejor los cambios en el valor nutricional, es decir, la cantidad de ácidos grasos, que se elevaban con agua salada hasta incluso 2,2 veces, y 1,5 veces en verano respecto a invierno”, añade el experto.
Uno de los resultados encontrados al analizar el perfil de ácidos grasos en el material particulado en suspensión es la baja presencia en éste de restos de plantas terrestres, circunstancia que evidencia la elevada deforestación de la cuenca del Guadalquivir. Dado que los ácidos grasos de los microorganismos y los de las plantas terrestres son diferentes, los expertos pueden estimar la contribución de cada uno en las muestras tomadas en el estuario.
Volumen de pesca
El siguiente objetivo de los científicos se dirigirá a comprobar cómo esta base alimentaria del estuario, con su diferente valor nutricional, se transfiere a los animales consumidores, y en particular delimitar su eficiencia para permitir diferentes poblaciones de interés pesquero y ecológico.
El trabajo ha sido financiado con Fondos Europeos para la Pesca gestionados por la Consejería de Agricultura, Ganadería, Pesca y Desarrollo Sostenible de la Junta de Andalucía.