La última DANA en España ha sido calificada ya como «la peor DANA en lo que va de siglo». Esta Depresión Aislada en Niveles Altos, que así es como se llama sin el acrónimo, es cada vez más frecuente en el país y, lo que es peor, también es más intensa. Lo vivido los últimos días en áreas del Mediterráneo y Andalucía, con especial impacto en Valencia, Alicante y Albacete, han puesto en evidencia la necesidad de fortalecer la infraestructura de drenaje y de repensar la planificación urbanística en zonas vulnerables.
La frecuencia e intensidad crecientes de fenómenos extremos como este demandan sistemas de predicción precisos —que los hay —, una mejor planificación por parte de los organismos competentes y mejores estrategias de adaptación urbana que reduzcan la escorrentía y mejoren la capacidad de respuesta en las ciudades, con el fin de construir un entorno más resiliente frente a futuras emergencias.
Para entender mejor el trasfondo de esta crisis y los cambios necesarios, varios expertos en hidráulica y urbanismo ofrecen su perspectiva sobre las causas, los riesgos y las oportunidades de mejora en la gestión del territorio y las infraestructuras de drenaje.
El reto de gestionar aguas pluviales intensas en áreas urbanas
Antonio Lastra, jefe del Área de Fomento de la Innovación de Canal de Isabel II, destaca que el cambio climático ha alterado los patrones de precipitación, haciendo que eventos de lluvia extrema como el de esta DANA se vuelvan más frecuentes. Lastra explica que el principal desafío no solo radica en la cantidad de agua, sino en las «intensidades máximas» de las precipitaciones, que generan escorrentías con alta velocidad capaces de arrastrar objetos, vehículos y residuos, aumentando el peligro de inundación. Para mitigar este impacto, Canal de Isabel II, en la Comunidad de Madrid, ha implementado radares meteorológicos avanzados que permiten predicciones precisas a corto plazo sobre la intensidad de la lluvia, lo cual es fundamental para emitir alertas tempranas y gestionar la respuesta en tiempo real.
El principal desafío no solo radica en la cantidad de agua, sino en las «intensidades máximas» de las precipitaciones
Sin embargo, Lastra enfatiza que, aunque estas innovaciones son un paso importante, es necesario rediseñar la infraestructura de drenaje. Muchas redes de drenaje en España fueron construidas hace décadas y no están preparadas para el volumen de agua actual. En este sentido, dice, se está invirtiendo en tanques de tormenta con los que se logra almacenar y laminar parte del agua de tormenta, evitando inundaciones y vertidos no deseados a las masas de agua. Estos esfuerzos, señala, deben complementarse con una permeabilización de las cuencas urbanas, a través de los SUDS (Técnicas de drenaje urbano sostenible) que permiten una gestión en origen de las aguas de lluvia: “Es necesario focalizar la inversión en, no solo el aumento de la capacidad de las redes de drenaje actuales, sino también, con la implementación de SUDS, en la malla urbana y periurbana” añade Lastra. Estas estrategias, que integran áreas permeables y sistemas de retención de agua en el diseño urbano, son clave para aliviar la carga en las infraestructuras y mitigar el riesgo de inundaciones en áreas urbanas.
Utiel, en la ribera del río Magro.
Las soluciones basadas en la naturaleza, ¿una posible solución?
Daniel Jato Espino, Investigador Sénior y Profesor en Ingeniería y Gestión Ambiental de la Universidad Internacional de Valencia (VIU), resalta la urgencia de implementar medidas de infraestructura que aborden el problema desde el origen. «Las medidas estructurales para reducir la vulnerabilidad deben basarse en capturar la precipitación donde cae, evitando la generación de escorrentía que provoca la acumulación de agua en zonas bajas y, en última instancia, las inundaciones», señala. «Eventos extremos como la DANA acontecida en la provincia de Valencia están demostrando que la capacidad hidráulica de las redes tradicionales de drenaje o saneamiento se va a ver sobrepasada frecuentemente», advierte.
Urge implementar medidas de infraestructura que aborden el problema desde el origen
Jato aboga por las soluciones basadas en la naturaleza, como pavimentos permeables y cubiertas verdes, que ayudan a restaurar el ciclo natural del agua: «Las soluciones basadas en la naturaleza contribuyen a restituir el ciclo natural del agua en la medida de lo posible para lograr tal fin, fortaleciendo así la resiliencia climática». Jato señala que la implantación de medidas es especialmente difícil en las ciudades, dado que el paisaje está muy recargado y existe un problema importante de falta de espacio. Por tanto, las opciones pasan por la regeneración de zonas existentes, algo posible con este tipo de soluciones que, tal y como sugiere jato, deben implementarse de forma estratégica en áreas urbanas para preservar la continuidad hidrológica. «La idea es formar ‘trenes de tratamiento’ donde el agua que exceda la capacidad de retención en origen sea redirigida hacia otras soluciones basadas en la naturaleza como cunetas vegetadas, zanjas de infiltración u otros elementos lineales, que, en última instancia, conectarían con medidas de retención como estanques o humedales», explica. Asimismo, pensando a mayor a escala, señala que «esta combinación de elementos podría extrapolarse a grandes redes de infraestructura verde que se extiendan a zonas periurbanas y rurales».
Rambla del Poyo, en Torrent.
La influencia de la planificación territorial en el riesgo de inundación
Desde una perspectiva geográfica, Jorge Lorenzo Lacruz, profesor titular de Análisis Geográfico Regional de la Universidad de La Rioja, analiza cómo la planificación del territorio contribuye a la vulnerabilidad de las zonas afectadas: «La ordenación del territorio en España adolece en muchos casos de la consideración del riesgo a la hora de tomar decisiones», advierte. Lorenzo Lacruz explica que el desarrollo urbanístico en zonas de riesgo, como la costa mediterránea, ha sido un factor determinante en el impacto de las inundaciones. «Muchos de los desarrollos en la costa se han realizado sin considerar la susceptibilidad de estas áreas a sufrir inundaciones», afirma, a pesar de que disponemos de la información de qué zonas están en riesgo (expuestas) durante este tipo de situaciones (por ejemplo, el Sistema Nacional de Cartografía de Zonas Inundables). En este sentido, subraya que en algunas zonas no se han respetado los mapas de riesgo de inundación, lo que ha aumentado la exposición de la población y las infraestructuras a fenómenos extremos.
El desarrollo urbanístico en zonas de riesgo, como la costa mediterránea, ha sido un factor determinante en el impacto de las inundaciones
Lorenzo Lacruz también menciona que el calentamiento global ha intensificado estos episodios de precipitación, ya que el mar Mediterráneo se calienta y genera una mayor carga energética en la atmósfera. Esto incrementa la frecuencia y virulencia de fenómenos como la DANA, que, según el experto, «es una amenaza latente que se manifiesta en episodios cada vez más catastróficos». En su opinión, una respuesta adecuada pasa, además de por fin desarrollar una ordenación territorial y planificación acordes con los riesgos a los que nos enfrentamos, por la revisión y mejora de los sistemas de alerta, de manera que la población tome conciencia de la peligrosidad de estos eventos: «En España carecemos de cierta ‘cultura del riesgo’, y la ocurrencia de estas catástrofes deberían servir de incentivo para incluir estas cuestiones en los planes educativos, de manera que la sociedad, y especialmente las futuras generaciones —que van a estar expuestas a un riesgo mayor—, estén mejor informadas y preparadas para afrontar este tipo de amenazas», señala.