En Europa, parece bastante claro que los países de la cuenca mediterránea nos llevaremos la peor parte en los efectos del cambio climático, sobre todo en lo que respecta a nuestro recurso más valioso y escaso: el agua. Deberíamos prepararnos para lo que viene, asumiendo una situación en la que el agua será cada vez más escasa, pero en España hemos decidido ir a contracorriente.
Estos dos mapas, presentados en diciembre por el Joint Research Centre de la Comisión Europea en una conferencia sobre el futuro de la Política Agraria Común, son una muestra cruda y obvia de que estamos hipotecando nuestro futuro. El sur y este de España destaca como una señal de emergencia en el mapa de la evolución del índice de explotación del agua, un indicador que estima cuánta agua se usa en relación a lo que hay disponible. En ninguna región de Europa están usando de forma menos inteligente sus recursos hídricos.
Si ya estamos sobreexplotando el agua, resulta evidente que será imposible adaptarnos a los efectos del cambio climático. En el segundo mapa, con un escenario de incremento de la temperatura de 2 grados, la situación es muy grave para la cuenca mediterránea y prácticamente para todas las zonas de nuestro país.
Ante una situación de escasez creciente, nuestro mayor seguro son ríos, humedales y acuíferos en buen estado. Para conseguirlo no sirven sólo soluciones tecnológicas. Además de hacer un uso más racional y eficiente de los recursos hídricos, sólo queda una solución: reducir la demanda de agua. En España en torno al 80% del agua se destina a la agricultura, y seguir apostando por el aumento del regadío sin tener en cuenta otras opciones (solo en la cuenca del Ebro se pretende aumentar la superficie regada en casi medio millón de hectáreas) es un suicidio hídrico. Seguiremos trabajando para que las administraciones despierten ante la realidad, y dejen de hipotecar el futuro de todos.