Chipre, la nación con mayor estrés hídrico de Europa, obtiene hasta el 70 % de su abastecimiento de agua potable de la desalinización de agua. Por desgracia, la principal tecnología de desalinización de la isla —la ósmosis inversa— es perjudicial para el medio ambiente. Un equipo de científicos de Chipre, los Países Bajos y el Reino Unido trató de obtener una perspectiva más nítida del uso de esta tecnología en la isla. En su artículo, publicado en la revista «Desalination and Water Treatment», el equipo explora la escala de la desalinización de agua marina en el país, el impacto de la tecnología en el medio ambiente y posibles soluciones sostenibles.
Según revela el estudio, cinco grandes plantas de desalinización y veinticuatro unidades de desalinización más pequeñas suministran agua potable a los municipios, industrias, centrales eléctricas, instalaciones turísticas y ejército chipriotas. La energía consumida resultante (según datos de 2018) libera el equivalente a unas 169 kilotoneladas de CO2 a la atmósfera, lo que representa aproximadamente el 2 % de las emisiones de gases de efecto invernadero totales de la isla. «Aunque es menos de lo que temíamos, esta cifra aumentará de no hacerse nada, porque la necesidad de agua también crecerá», afirmó el coautor Frithjof Kuepper, de la Universidad de Aberdeen, en un artículo publicado en el «Cyprus Mail». El artículo expone que el estudio obtuvo el apoyo de los proyectos financiados con fondos europeos ZERO BRINE y WATER-MINING.
Como es obvio, la desalinización también afecta al medio marino. Por ejemplo, los 69,6 millones de metros cúbicos de agua desalinizada producidos en 2018 también generaron 103 millones de metros cúbicos de efluentes de salmuera. Los investigadores estudiaron dos de las plantas de desalinización más grandes de Chipre y descubrieron que la desalinización tiene un impacto notable en las praderas de algas marinas. «Detectamos efectos negativos en las praderas del alga marina «Posidonia oceanica» en un radio aproximado de 150 metros del punto de vertido. Las algas marinas eran menos densas y la estructura cambiaba», señaló Kuepper.
«También estamos en proceso de estudiar sus efectos en las especies de la fauna local y exótica», añadió la coautora Eleni Avramidi, de la Universidad de Aberdeen, en ese mismo artículo. «Tenemos previsto estudiar qué suponen el alto contenido en sal y el aumento del calor para las especies locales y las exóticas, como el pez globo y el pez león».
La solución
El estudio propone una solución prometedora que podría abordar tanto el problema de las emisiones de CO2 como los residuos de salmuera. Se trata de una desalinización que funciona con energías renovables (y también con calor residual), seguida por un vertido de líquido cero. De esta manera se podrían recuperar sales y también fomentar la descarbonización del sector desalinizador de Chipre. «Deberíamos utilizar la sal de forma más sensata y no arrojar ninguna cantidad al mar», destacó Kuepper. «La sal marina es básicamente una mezcla de materias primas, y se puede utilizar, por ejemplo, para producir litio, un componente muy necesario para las baterías. Así podríamos utilizar energía solar y sal marina en coches en Chipre. Los investigadores trabajan actualmente en ello, y espero que se haga realidad en los próximos diez o veinte años».
El remedio propuesto en el estudio forma parte del planteamiento de economía circular que se fomenta en WATER-MINING (Next generation water-smart management systems: large scale demonstrations for a circular economy and society) y ZERO BRINE (Re-designing the value and supply chain of water and minerals: a circular economy approach for the recovery of resources from saline impaired effluent (brine) generated by process industries). El proyecto ZERO BRINE finalizará en mayo de 2021. WATER-MINING empezó en 2020 y su duración es de cuatro años.