El caudal de los ríos de cabecera ha descendido de forma muy significativa en España de acuerdo con los resultados de un estudio publicado en la revista científica Progress in Physical Geograph. El análisis abarca cuatro décadas, en las que el volumen de agua de las zonas altas de las cuentas hidrográficas ha disminuido de media un 1’5% cada año, una tendencia muy clara observada exclusivamente en tramos de río no intervenidos directamente por el hombre.
“Las cabeceras tienen muchísimo interés porque son las fábricas del agua, generan la mayor parte del caudal porque están en zonas de montaña, donde hay mayores precipitaciones y pendientes, mientras que el resto del río actúa principalmente como zona de transporte”, explica a DiCYT José Martínez Fernández, investigador del Centro Hispanoluso de Investigaciones Agrarias (CIALE) de la Universidad de Salamanca y responsable del trabajo.
Desde hace años, científicos españoles y extranjeros investigan la evolución de los caudales de los ríos, pero no había estudios específicos sobre los lugares más cercanos a su nacimiento a pesar de que “las cabeceras son estratégicas en relación con los recursos hídricos”. Por eso, este grupo de investigación decidió lanzarse a la tarea abarcando toda España y con datos fiables de entre 1966 y 2005.
Se estudiaron un total de 74 ríos.
“Hicimos una búsqueda de todos los ríos en los que se mide el caudal que no se vieran afectados por ninguna modificación sustancial en su régimen por parte de las actividades del hombre, de manera que no tuvieran sin embalses, canales ni desvíos”, señala el experto. La idea es que al tener en cuenta únicamente ese “régimen natural” es posible correlacionar los resultados con las posibles causas.
Tras manejar datos de centenares de estaciones de aforo, los lugares donde se mide el caudal, el equipo realizó una preselección de 120 ríos, pero al no obtener series de datos de buena calidad en todos los casos, finalmente entraron en el estudio 74, una muestra suficientemente amplia como para sacar conclusiones relevantes.
“En casi todos los ríos observamos una tendencia negativa y en el 74% es estadísticamente significativa”, comenta José Martínez Fernández. Aunque puntualmente un año pueda registrar más agua que el anterior, lo que ha analizado el estudio es la tendencia general a lo largo de cuatro décadas y no deja lugar a dudas.
Más acusado en verano y en la cuenca del Ebro
Por otra parte, el descenso del caudal ocurre en todas las estaciones. Sin embargo, es especialmente acusado en primavera y en verano. En época estival, la disminución alcanza el 1’7% anual por término medio. Este resultado no es baladí, ya que precisamente los meses más calurosos son los de mayor demanda de agua por parte de las actividades humanas y de la naturaleza y, según el estudio, el descenso es más importante en esta estación a medida que pasan los años.
Aunque la tendencia es general, cada cuenca tiene características específicas y en la del Ebro el proceso es más acusado. “Los ríos pirenaicos se vienen estudiando desde hace 20 años y ya se había apreciado un fuerte descenso, pero ahora lo hemos ratificado nosotros al estudiar zonas de cabecera”, indica el científico.
El descenso del caudal ocurre en todas las estaciones, pero es especialmente acusado en primavera y en verano.
Cambio climático y usos del suelo
Una de las claves de este trabajo es que excluye la intervención directa del hombre en los ríos, de manera que factores como el consumo o el regadío no afectan a los resultados. Por lo tanto, la explicación al descenso del caudal en la parte más alta de las cuencas hidrográficas se explicaría por dos motivos: el cambio climático y las modificaciones en los usos del suelo.
En relación con el cambio climático, hay consenso científico en relación con la temperatura, que se está incrementando. Al subir la temperatura, sube la evaporación y la evapotranspiración, la pérdida de agua que suma la transpiración de las plantas y la evaporación del agua de la superficie del suelo. Sin embargo, con respecto a la lluvia o la nieve no hay una tendencia clara: “No se puede decir a ciencia cierta si en los últimos 40 ó 50 años las precipitaciones han ascendido o descendido”.
El manejo del territorio a través de los diferentes usos del suelo es el segundo factor que puede explicar la tendencia, puesto que el incremento de la vegetación retiene mayor cantidad de agua, que no llega a los ríos. “No es lo mismo que en una cuenca haya bosque a que el terreno esté cultivado, pero este factor no es generalizado”, apunta José Martínez, “en la cuenca del Duero en los últimos 40 años la superficie del bosque apenas ha variado y el caudal ha bajado”. Sin embargo, en la del Ebro estudios anteriores ya han demostrado que el incremento de la superficie de bosque en los Pirineos ha contribuido, al menos parcialmente, a que haya menos agua.
La explicación al descenso del caudal se explicaría por dos motivos: el cambio climático y las modificaciones en los usos del suelo.
Consecuencias
Para los investigadores, un descenso tan acusado del volumen del agua tiene importantes repercusiones desde muchos puntos de vista. “Las magnitudes del cambio son muy considerables, cualquier persona del ámbito de la gestión del agua debería tener en cuenta estos datos a la hora de realizar planes, porque las cabeceras de los ríos son los lugares de mayor trascendencia desde el punto de vista hidrológico”, afirma el autor del estudio.
La investigación del Grupo de Recursos Hídricos del CIALE no finaliza con el artículo publicado en Progress in Physical Geograph, sino que en la actualidad se centra en el análisis de cuestiones aún más concretas. Una de ellas es la evolución del flujo base, la parte del caudal que se debe exclusivamente a la aportación del agua subterránea. “Los manantiales liberan agua incluso en verano y esto permite que los ríos tengan continuidad”, señala el experto, así que éste es otro aspecto relevante para esta línea de investigación. Muy relacionado con esto, otro punto de interés son los caudales bajos que se registran en época estival y cuyas variaciones también pueden ser significativas.