Mientras millonarias inversiones se realizan para detectar vida inteligente extraterrestre, poco o casi nada ―opino― se investiga en torno a la inteligencia de la naturaleza, en especial de las plantas y del agua, aquellos seres que nos acompañan ―y vivimos gracias a ellos― desde que existimos en la Tierra.
Primero las plantas. El 24 de julio de 2023 publiqué en el diario oficial El Peruano el artículo ‘La inteligencia delas plantas’, que dice: La neurobiología vegetal, apoyándose en numerosas ciencias como la ecología, la sociología y la filosofía, sospecha que las plantas poseen inteligencia y sentimientos. Esta tesis es apoyada por el químico español Germán Tortosa, de la Universidad de Murcia, quien sostiene que “la planta es consciente de su ambiente y se adapta al mismo” con inteligencia.
En el artículo ‘¿Son las plantas inteligentes y conscientes de sí mismas?’, publicado hace unos años en la revista ABC Ciencia, Stefano Mancuso, profesor de la Universidad de Florencia (Italia), afirmó que las plantas “aunque carecen de sistema nervioso, tienen nervios, sinapsis e incluso el equivalente a un cerebro localizado en algún lugar entre las raíces, que les permite poseer una inteligencia comparable a la de los animales”. Son capaces de resolver problemas, aprender y cuidar a sus hijos.
Agregó que “las plantas no solo sienten y reaccionan frente a distintos tipos de música, sino que también tienen conciencia de sí mismas y de su entorno, pueden auxiliarse unas a otras frente al peligro demostrando ciertos grados de altruismo, se comunican entre sí e incluso usan estrategias en las que destaca el engaño. También tienen memoria, una superior que muchos animales (…). En otras palabras, poseen inteligencia, aunque no tengan cerebro”.
E incluso tienen la capacidad de defenderse ante alguna amenaza. En 1973, Peter Tompkins y Christopher Bird publicaron el apasionante libro La vida secreta de las plantas, que recopila experimentos que demostrarían no solo la inteligencia de los vegetales, sino también la capacidad de predecir fenómenos climáticos y sentido del futuro.
En la obra se relata que en 1966 al agente de la Central Intelligence Agency (CIA), de Estados Unidos, Cleve Backster, se le ocurrió conectar al polígrafo detector de mentiras una planta dracena que adornaba su despacho. Primero roció agua a sus raíces y las agujas apenas se movieron, igual fue cuando introdujo una hoja en su café caliente; pero al pensar en quemarla con un fósforo, el polígrafo marcó una prolongada línea ascendente. La dracena inexplicablemente había leído su pensamiento amenazante, reaccionando con impulsos eléctricos. Tenía la capacidad de detectar pensamientos positivos o negativos, que incluso podía motivarla a defenderse.
En la obra Tesis, Antítesis y fotosíntesis, Michael Pollan sostuvo que las plantas “incapaces de huir, despliegan un complejo vocabulario molecular para dar la voz de alarma, disuadir o envenenar a sus enemigos”. Quizá, este fue uno de esos casos.
Si el agua tiene emociones, entonces posee inteligencia
El 22 de agosto del 2008, Europa Press Sociedad publicó que en la Exposición Internacional de Zaragoza 2008, el científico japonés Maseru Emoto aseguró que el agua tiene sensibilidad y reacciona ante los sentimientos y pensamientos humanos, tan igual como las plantas, pero no nos percatamos de ello, porque al igual que las plantas sería una inteligencia que escapa a nuestro limitado y estrecho concepto antropogénico.
Durante 15 años, el gurú de la Ecología del Agua y especialista en medicina alternativa y filosofía zen, efectuó más de 15 mil fotos microscópicas y detectó que las moléculas del agua reaccionaban, por ejemplo, ante la música modificando su estructura. "Ante el sonido de una música dulce y agradable el agua cristaliza en formas bellas, mientras que ante una música estridente los cristales que se forman son feos, imperfectos", sostuvo.
En ese mismo año, el conocido medio digital ABC, también publicó una nota periodística a propósito de la teoría de Masumoto, señalando que a través de un lento proceso de congelación el científico comprobó la reacción del agua a los estímulos externos como las palabras, sonidos, imágenes o sentimientos, por lo que el agua al parecer sería un acumulador de información, un «disco duro» de la humanidad.
Lo cierto es que aún estas investigaciones recién comienzan y hay bastante escepticismo por sus avances y resultados. Ustedes, amigos lectores, qué opinan. ¿Acaso el cambio climático, los desastres naturales, las epidemias son una respuesta de resiliencia global de la naturaleza a la agresividad de los seres humanos con todo lo verde? El tiempo lo dirá.
