Colinas y llanuras. El beso del mar y el arrastre violento de la tramontana. Olivos y vides, frutales y cereales. Gente de alma noble y verbo punzante. Pueblos que se otean mutuamente desde una distancia ni corta ni larga. Espacios cedidos al descanso y recreo de los foráneos. El castillo del Montgrí como vigía imperturbable. Este podría ser un breve resumen de lo que es el Ampurdán.
No es tierra excesivamente rica en agua, el Ampurdán. Y desde que los embalses regulan las avenidas de los ríos, aún menos. El agua es medida, almacenada y racionada a conciencia por si el día de mañana trajera una sequía. Algo que también sucede con la que permanece oculta bajo el suelo, donde sólo los sabios saben de ella y de sus secretos.
Nadie ha estudiado y conocido los acuíferos del Ampurdán como él lo hizo, con una mirada científica desde un entorno profesional y con una auténtica pasión por la divulgación de su saber y de su visión. Además de su reconocido trabajo como consultor en hidrogeología desde su propia empresa Geoservei, estuvo en la larga gestación de la Junta Central de Usuarios del Agua del Bajo Ter (2015). Su papel técnico fue determinante también para los acuerdos de la llamada “Taula del Ter” (2017), el plan para la reducción del trasvase del río Ter al área metropolitana de Barcelona aún garantizando su debido abastecimiento. También fue determinante en la creación de la Junta Central de Aguas de Menorca (2018) y actualmente estaba implicado en la creación de dos nuevas comunidades de usuarios de aguas subterráneas, en las cuencas de los ríos Muga y Fluvià, con las cuales facilitar que la gestión de los recursos hídricos esté en manos de los actores del territorio.
Os tenía que contar todo esto porque su trabajo y su memoria lo merecen. Además era un excelente amigo y le voy a extrañar. Descansa en paz, Jordi Montaner i Roviras (Verges, 1964 – Torroella de Montgrí, 2018).