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Invasiones, epidemias y otras fatalidades

Sobre el blog

Jose Luis Soler Martinez
Empresario. Director General de Imabe do Brasil Ltda. , Fundador de Grupo Oceánica Maroc, Turalter, Srl. , Technoymar Soluciones, S.L. y Ecowater Technologies, S.L. Ecowater Innova/Zequanox en Europa y América Latina
  • Invasiones, epidemias y otras fatalidades

Desde los albores de la humanidad, el desarrollo de las civilizaciones ha estado directamente vinculada a la navegación marítima. Desde los fenicios, la primera civilización mediterránea que navegó por alta mar a remo y a vela, hasta que la industria naval desarrolló un nuevo tipo de barco capaz de surcar grandes distancias oceánicas en un menor tiempo y con mayor seguridad, este tipo de transporte, facilitó mayor y principal nivel de intercambio de personas y mercaderías y por consiguiente el crecimiento y desarrollo económico de las naciones.

El tráfico oceánico creció en los siglos XVII y XVIII, cuando los ingleses, portugueses y holandeses intensificaron la búsqueda de productos orientales. Dos innovaciones revolucionaron el diseño de los barcos: La propulsión por vapor y la construcción con hierro. También, incluía la sustitución del tradicional uso de sólidos para el lastrado del navío, cuya preparación era más costosa, por agua de mar.

Esta innovación, el tanque de lastre, ha sido reconocida como un problema medioambiental de primer orden. Las aguas de lastre, así llamadas, contienen sedimentos y seres vivos animales y vegetales, incluyendo virus, bacterias y otros microorganismos que provocan la introducción artificial de especies ajenas a otros ecosistemas, que terminan por desequilibrarse al entrar en competencia con especies autóctonas.

Como vemos, no se trata de un problema nuevo. Muchas de estas especies se han instalado en los diversos ecosistemas, tras superar las fases de Adaptación y Establecimiento, y alcanzar las fases de Expansión y Dispersión. Este proceso ha durado muchos años.

Podemos estimar que 326 especies fueron registradas como un problema grave o muy grave y están distribuidas en 106 países de Asia, África, Europa y América Central, y el Caribe, de las cuales el 30% aproximadamente, son acuáticas. En Europa están catalogadas más de 12.000 tipos diferentes de especies que podemos catalogar como invasoras. Los científicos descubrieron por primera vez los síntomas de la introducción de especies foráneas tras la aparición masiva de las algas fitopláncticas asiáticas Odontella (Biddulphia sinensis) en el mar del Norte en 1903.

Un nuevo estudio realizado por investigadores de la Universidad de McGill, (Canadá) predice que el creciente tráfico marítimo mundial provocará un fuerte aumento de las especies invasoras en todo el mundo durante los próximos 30 años. El crecimiento del transporte marítimo superará con creces al cambio climático en la propagación de plagas invasoras a nuevos entornos.

Las invasiones biológicas son un importante impulsor del cambio de la biodiversidad y causan miles de millones de dólares en daños económicos anualmente

La emergente red de transporte marítimo global producirá un aumento de 3 a 20 veces mayor en el riesgo de invasión marina global desde ahora hasta 2050. La amplitud del rango de la tasa de crecimiento de la bioinvasiones estimada por los modelos, se debe a la incertidumbre en las trayectorias socioeconómicas subyacentes. El transporte marítimo representa el 80% del comercio mundial, y se estima que es responsable del 90% de las bioinvasiones marinas. (Ver aquí el mapa interactivo)

La ausencia de barreras biológicas y ambientales, provocan que muchas de estas especies invasoras alteren el proceso reproductivo original. Podemos cifrar en decenas de miles los estudios realizados por centros de investigación de todo el mundo sobre el fenómeno de acuáticas invasoras, más en particular sobre moluscos bivalvos.

El control de la expansión y dispersión, se torna extremadamente complejo debido principalmente a que los ensayos y estudios han sido realizados en laboratorio o simulaciones que distan mucho de las condiciones asentamientos en aguas abiertas de ecosistemas marinos y de agua dulce, sometidos a permanentes alteraciones y cambios físico- químicos, además de la diversidad del biotopo acuático junto a la intervención de la actividad humana, lo que impide establecer un modelo predictivo sobre la evolución del fenómeno invasivo.

No debemos evaluar exclusivamente el impacto ambiental de las invasiones. Se hace necesario proteger los intereses de los sectores industriales que emplean el agua en la cadena productiva o el agua como elemento vital de consumo humano

En este caso, también podemos encontrar numerosas teorías y aplicaciones que han tratado de establecer barreras y controles ante la expansión de las plagas invasoras.

Al contrario del asentamiento en aguas abiertas, en las infraestructuras de sistemas de agua cerrados o semi-cerrados, aunque requiere una extremada especialización, el control es factible. En este caso, los daños causados por las invasiones si es mensurable. Paradójicamente, es en este punto donde llama la atención que no se haya desarrollado un sector tecnológico especifico especializado en el control de bivalvos en invasiones industriales. Este hecho no se produce en todas partes. Canadá y Estados Unidos son países que poseen una alta conciencia social y política en el tratamiento del problema.

Investigar es costoso y los plazos para desarrollar una tecnología eficaz y compatible con la sostenibilidad del medio acuático, no encajan ante la perentoriedad de hallar una solución, dada la alta virulencia del problema. Una central hidroeléctrica, un sistema de riego, una piscifactoría, una planta potabilizadora o cualquier industria que precise de agua para mantener activa la cadena de producción, con el argumento de que una unidad de producción, no puede estar parada hasta que se encuentre una solución ecológica al problema, se inicia una carrera a la desesperada para hallar soluciones inmediatas y de bajo coste.

Algún intento para desarrollar antídotos se inició por los años 90. Es lo que llamaríamos la “Fiebre del Mejillón Invasor”. Ejemplos son las famosas biobalas, bendecidas inicialmente por estamento científico de algunos países, las mutaciones genéticas, donde se puso de manifiesto la permanente intención del hombre de torcer el brazo a la naturaleza. Todas ellas con un alto grado de ineficacia demostrada.

Un extenso catálogo de intentos empleando todo tipo de tóxicos, en la vana ilusión de acabar con el invasor, a cualquier precio. Miles de toneladas de productos no compatibles con el medio ambiente y la vida han sido empleados y se siguen empleando, contaminando las aguas superficiales, las tierras y las aguas subterráneas. Solo en el mercado europeo existen unas 100.000 sustancias químicas diferentes, que se mezclan para formar millones de productos o preparados comerciales. Sin embargo, a pesar de la gran cantidad de sustancias existentes, sólo se conocen en profundidad los efectos tóxicos para la salud humana y el medio ambiente de unos centenares.

¿Cuantas empresas especializadas en la aplicación de productos biológicos, eficientes y compatibles con el hábitat acuático existen? ¿Existen productos biológicos capaces de mitigar el problema? ¿Existen realmente? ¿Qué intereses impiden que estas empresas y productos proliferen? ¿Porque no se aplican las normativas que impiden el uso de productos tóxicos en el control de especies acuáticas invasoras? ¿Acaso no estamos tratando de un problema de magnitud universal? Demasiadas preguntas y pocas respuestas. Las especies invasoras no necesitan pasaporte.

Solo en el mercado europeo existen unas 100.000 sustancias químicas diferentes, que se mezclan para formar millones de productos o preparados comerciales.  Sólo se conocen en profundidad los efectos tóxicos para la salud humana y el medio ambiente de unos centenares

El lento despertar

La lenta pero cada vez más clara conciencia ecológica de autoridades y ciudadanos y respeto al medio ambiente, debido principalmente al cambio del clima y sus consecuencias, abre un hilo de esperanza en que, aunque tarde, el principio del fin de los productos químicos y tóxicos para combatir plagas, parece que, tímidamente, ha comenzado.

Ha llegado la hora de derribar el mito de que los plaguicidas son necesarios para alimentar al mundo. La utilización masiva e inadecuada de algunos insecticidas y herbicidas provoca la muerte por intoxicación de unas 200.000 personas al año

La industria de los productos químicos usados en la agricultura facturó solo en España 1.100 millones de euros en 2016. No hay país en Europa que los haya consumido más en los últimos años: un promedio de 73.000 toneladas anuales para el quinquenio 2011 a 2015.

El cóctel de productos químicos con que se tratan o utilizan los diferentes procesos de control tanto en agua como en el suelo agrícola, sumado a los productos utilizados en actividades domésticas (perfumes, pinturas, detergentes, etc.), hacen prácticamente imposible evaluar las consecuencias y alcance de estas aplicaciones en la salud y su contribución a la crisis del clima.

Según un nuevo informe de la OMS, los factores de riesgos ambientales como la contaminación del aire, el agua y el suelo, la exposición a sustancias químicas, el cambio climático y la radiación ultravioleta causan más de 100 enfermedades y lesiones. Representan el 23% de todas las muertes globales vinculadas al medio ambiente 

Como podemos observar, no se trata solo de una mala praxis, en el control de plagas de moluscos bivalvos invasores, es el relato de una falta de escrúpulos de los conocedores de los riesgos y sus consecuencias, y la suma de ignorancias y desidias existentes en la cadena consuntiva del agua.

Otro factor que determina la mayor o menor implicación de los actores concernidos por el problema, es el desconocimiento del brutal impacto económico directo e indirecto, que provocan las invasiones de moluscos bivalvos en los sectores productivos, directamente asociado con el mayor o menor nivel de sensibilidad ecológica de los países afectados.

Sobre la base de un estimado de $ 31 billones en el PNB mundial, los $ 1.4 billones en pérdidas de especies invasoras representan casi el 5% de la economía mundial

Organismos la OMI (Organización Marítima Internacional), la Organización para la Alimentación y la Agricultura (FAO), La Organización Mundial de la Salud (OMS), la Agencia Europea del Medio Ambiente (EEA) y otro centenar de organismos públicos, establecen normas bien definidas para el control del empleo de productos declarados peligrosos para el medio ambiente y la salud de las personas. ¿Porque no se pone coto al descontrol actual sobre el empleo de pesticidas y otros agentes nocivos?

Las restricciones y medidas de control y protección de las personas, adoptadas de forma inmediata por las autoridades de más de 70 países, por causa del brote epidemiológico del coronavirus y sus efectos letales COVID-9, empieza a dar resultados y parece que remite la expansión. Varias vacunas están siendo desarrolladas y probablemente, en unos meses, este trágico episodio, será historia en los anales de la medicina. El balance de personas afectadas hasta el momento es de 80.000 y el número de fallecidos de algo más de 2.300.

Aunque las cifras precisas, son de difícil calculo, por los efectos retardados, las muertes directas e indirectas por causa del uso de plaguicidas/pesticidas, insecticidas, agro tóxicos y productos empleados para el control de plagas, asciende a más de 200.000 y unos 4.200.000 con enfermedades y discapacidades permanentes (OMS).

Mientras la expansión de las especies acuáticas, no solo no ha detenido su expansión, sino que otras 20 nuevas especies han sido detectadas en lugares donde hace sólo 5 años eran desconocidas, el crecimiento estimado de productos tóxicos para el control de plagas acuáticas, en los próximos años prevé un crecimiento del 5%.

Las medidas de control de plagas actuales, no deben continuar siendo empleadas. Por el contrario, las medidas de control del empleo de pesticidas, deben ser activadas con la misma intensidad y rigor, que los gobiernos emplean para el control de epidemias. Si no conseguimos detener la invasión de invasores acuáticos, como está ocurriendo, al menos detendremos una cruel y fatídica estadística de mortalidad en seres humanos.