“El agua es el origen de todas las cosas”, ya se realizaba dicha reseña en la antigua Grecia. Siglos después nos seguimos encontrando ante un bien muy preciado, que a su vez es complejo de gestionar y por tanto nos hace llegar a la misma conclusión que hace siglos.
Aproximadamente en la próxima década más de 1.800 millones de personas en el mundo vivirán en zonas de absoluta escasez de agua. Nos encontramos ante un binomio derecho-recurso que hace determinante que el acceso a este bien limitado esté en grave riesgo, en un entorno con una población en constante crecimiento, que determina un incremento de esfuerzos para satisfacer las necesidades a cubrir con este elemento tan vital, que a su vez es fuente de vida y sustento.
Los crecimientos poblaciones a nivel mundial se concentraran en los entornos urbanos, lo que implica una gestión cada vez más eficiente de las redes de distribución, sometiendo de esta manera a una gran presión a las infraestructuras, sus requisitos, sus rendimientos, a sus gestores, a los usuarios, etc... En definitiva a toda la sociedad. La escasez y calidad, no debemos olvidar el impacto de la actividad humana, de este recurso se está convirtiendo en temas de interés público a nivel global.
La industria del agua es consciente de los problemas a los que se enfrenta, incluyendo entre ellos los impactos ambientales, unas infraestructuras obsoletas y el aumento de los precios energéticos.
¿Qué debemos hacer ante esto desde el punto de vista de la sociedad? Es importante que seamos conscientes de la importancia de una gestión eficiente del agua. Es alarmante que la próxima década, casi dos mil millones de personas sufran las consecuencias de la escasez de agua, un recurso tan necesario para la vida, al que todos deberíamos tener la misma facilidad de acceso.
Este dato debería hacernos reflexionar sobre la importancia del uso que le damos al agua. Que todas las personas del planeta tengan las mismas oportunidades de acceso a este recurso, depende únicamente de nosotros mismos.