El diseño de una ciudad es un patrimonio común que no se puede atribuir a un autor, sino a un colectivo a lo largo del tiempo. Donde nos sentimos más humanos es en las ciudades.
El reto social del confinamiento para la contención del coronavirus ha mostrado la importancia de la habitabilidad en las ciudades. Esta crisis es la antesala de una más grande: la del cambio climático. Ya estamos viviendo sus efectos: la fusión de los hielos, la intensidad de los incendios, la virulencia de las tormentas e inundaciones o las sequías. Nos guste o no, este es nuestro nuevo clima ahora. Los intentos de acuerdos políticos a nivel mundial para prevenir o frenar los efectos o reducir las emisiones han sido un fracaso. Pero lo que viene ahora no puede serlo: necesitamos adaptar nuestras ciudades a la realidad. El cambio climático es el reto de nuestro tiempo.
El Consejo de Ministros acaba de aprobar el proyecto de Ley de Cambio Climático, que va camino al Parlamento. En la Ley se habla de reducción de emisiones, o sea energía, pero son tantas las relaciones entre energía y agua que es una invitación a rediseñar también los sistemas de agua en las ciudades.
¿Y cómo se puede conseguir? Miremos a la naturaleza, lleva cuatro mil millones de años evolucionando. Se le ha rebautizado con muchos nombres: sostenibilidad, biomímesis, resiliencia, economía circular, servicios ecosistémicos o soluciones basadas en la naturaleza. Mientras, ella actúa siempre de la misma manera: cerrando ciclos, viviendo de la energía del sol y aprovechándolo todo sin generar residuo. Decía Víctor Hugo que “pensar que la naturaleza habla y el género humano no escucha, es algo muy triste”. Escuchemos.
El reto social del confinamiento para la contención del coronavirus ha mostrado la importancia de la habitabilidad en las ciudades
El reto es colectivo, y empieza por cambiar la mirada hacia la ciudad. Una de las propuestas es la del urbanismo ecosistémico que nace en Barcelona y se aplica, por ejemplo, en Vitoria-Gasteiz. Se enfoca en el metabolismo de la ciudad, con el agua con el papel principal, y completa los ciclos minimizando los impactos. Las claves de un ecosistema, y la ciudad lo es, son la materia, la energía y la información. Así como los recursos físicos se degradan con el uso, los recursos de información son regenerativos: cuánto más los usamos, más tenemos. La información no conoce la escasez. El conocimiento crece indefinidamente. Crezcamos.
Estamos en un momento crucial en la historia del planeta: entre 2020 y 2030 hay que tomar medidas efectivas ante el reto del cambio climático. Tendremos que ser creativos, proactivos y adaptables. Muchas ciudades están en ello con éxito: Vancouver, Nueva York, Sídney o Ámsterdam. Las soluciones existen. La infraestructura verde puede tratar zonas inundables y crear parques urbanos. Las cubiertas verdes captan el agua de lluvia mientras aíslan los edificios, purifican el aire y palían el aumento de temperatura y las olas de calor. Los sistemas urbanos de drenaje sostenible equilibran las avenidas en episodios de lluvias torrenciales, y retienen la lluvia para reaprovecharla para riego. Potenciar el suelo fértil y la cubierta arbórea ayuda a la captura de CO2, a la vez que se produce comida y se crea paisaje. El uso de aguas regeneradas puede aumentar el verde urbano. ¿Alguien tiene un lápiz? Diseñemos.
El común denominador de todas estas soluciones es la novedad. Divergen de cómo se ha estado planificando y construyendo la ciudad hasta ahora. Es el momento de abordar la transdisciplinariedad en el diseño de la ciudad.
Estas soluciones invitan a un enfoque sistémico, hablando con todos los que intervienen en el gobierno y la gestión de la ciudad, y escuchando a la ciudadanía. El proceso de transformación se produce en las fronteras entre disciplinas, y en el diálogo entre actores. Tendremos que escalar las soluciones, aprender entre regiones y preguntar a expertos que hasta ahora no participaban en las decisiones de infraestructura. Una de las bases de la resiliencia está en el “learning by doing” (aprender haciendo). Nos toca aprender, pero sobre todo hacer.