Una sinfonía de sentidos y emociones
El concierto de los pájaros me saluda al alba, sus trinos, un himno a la vida en busca del néctar de la mañana. Un líquido vital, escaso incluso en las cumbres más elevadas, pero que brota generoso para saciar mi sed y despertar mis sentidos.
No hay palabras para describir la belleza de este nuevo día. Una multitud de aromas invade mi ser, pero uno en particular me cautiva: el inconfundible perfume del café, que impregna cada rincón de mi habitación. Ya sea solo o con leche, su fragancia renueva mi espíritu y me prepara para enfrentar el día.
A pesar del anuncio de la escasez de agua, me tomo un momento para observar el panorama desde mi ventana. El ruido del tráfico y el bullicio de la gente me recuerdan que el trabajo me espera. Mientras tanto, las plantas en mi jardín esperan pacientes la lluvia que las refresque, pues la rocío nocturno ya no es suficiente para saciar su sed.
Aun en los momentos de flaqueza, encuentro consuelo en ti, tierra mía, hogar de todos. Tus paisajes me llenan de esperanza, sueños y energía. Me enseñas a valorar la vida en todas sus formas:
El aire fresco: Llega como una caricia, anunciando un nuevo día lleno de posibilidades. No hay tiempo que perder, el trabajo me llama.
El cielo: Su lienzo azul o gris nos invita a estar preparados para los cambios repentinos. Tu humor se manifiesta en el clima, regalándonos días cálidos o fríos sin previo aviso.
El suelo: Me ofrece una alfombra firme con cada paso que doy, como una madre guiando a sus hijos. Nos pide caminar con paso seguro, sin dañar a quienes nos rodean.
Los animales: Los maullidos nocturnos de los gatos presagian las bajas temperaturas que los harán sufrir. Su lamento es un recordatorio de la fragilidad de la vida.
La luz: La luz que siento y veo con cada parpadeo me llena de esperanza. Las imágenes que llegan y se van a mi mente anuncian paz y libertad, la misma que busco a través de la escritura, dando voz a hombres y mujeres que anhelan ser escuchados.
Seamos ejemplo para aquellos que luchan por sobrevivir y dejar vivir. Honremos a quienes arriesgan sus vidas para protegerte y defenderte. Que nuestras acciones reflejen nuestros pensamientos y creencias, demostrando que un futuro mejor es posible si elegimos el camino del bien.
Un camino que no se aparta de la educación, sino que se fortalece con los valores y principios aprendidos en el hogar, donde nuestros padres juegan un papel fundamental. Son ellos quienes nos dieron la vida y nos inculcaron las bases para ser ciudadanos responsables.
Te siento, te veo y te escucho cada mañana, tierra mía. ¿Qué sería de mí sin ti? Este canto es un homenaje a tu belleza, tu fuerza y tu capacidad de renovación. Un compromiso personal para cuidarte y protegerte, para que las futuras generaciones puedan disfrutar de tu grandeza.