La información que nos proporciona la Agencia Estatal de Meteorología es muy clara. La primavera de 2023 ha sido la más cálida y la segunda más seca de la serie histórica. Los meses de marzo y abril han sido, el tercero más cálido y el más cálido, respectivamente, desde que tenemos registros. No se puede negar el impacto del cambio climático del que estamos siendo testigos, aunque haya quien se empeñe en hacerlo, y cargar las culpas sobre quienes informan de la situación. Afortunadamente, cada vez tenemos más y mejor información con la que afrontar el reto que tenemos frente a nosotros.
Es innegable también el grave perjuicio que esta primavera de 2023 va a tener en muchas zonas de la península ibérica sobre la producción agrícola y ganadera. Especialmente para aquellos que dependen directamente de las precipitaciones para salir adelante, como son la agricultura en secano y la ganadería extensiva. A todos ellos hay que ayudarles en estos momentos tan difíciles. Sin duda.
Tenemos que ser muy conscientes de que tan importante es la cantidad de agua que llueva, cómo en el momento en el que lo haga. Hoy, a pesar de las precipitaciones de las últimas semanas, los niveles de nuestras reservas principales no parecen recuperarse. El agua embalsada no llega al 50% de la capacidad total que tienen nuestros sistemas de regulación. Aunque no es evidente a primera vista, esto nos dice mucho de en qué grado de sobrexplotación están nuestros ríos, humedales y acuíferos.
La escasez de recursos que padecemos para atender las demandas es una consecuencia de las decisiones de gestión que se han tomado en los años anteriores. Años que también han sido difíciles. A modo de ejemplo, sirva decir que el año hidrológico 2021-2022 se cerró como el tercero más seco desde que hay registros. A pesar de ello, el consumo de agua ha sido altísimo. Estas condiciones de sequía agravan las consecuencias del desequilibrio entre el agua disponible y las enormes demandas de consumo que tenemos en muchas zonas de España. No son la causa principal de la falta de recursos.
La escasez de agua para atender las demandas es una consecuencia de las decisiones que se han tomado en los años anteriores
Las demandas de agua contempladas en los segundos planes hidrológicos han crecido más de un 3% para la revisión de los mismos de cara al ciclo 2022-2027. A pesar de que estos últimos han apostado por recuperar una parte de los ríos, humedales y acuíferos, llevamos mucho retraso. El buen estado de todas las masas de agua debía alcanzarse en 2015, y la ocurrencia cada vez más frecuente de estos fenómenos extremos de sequías e inundaciones como consecuencia del cambio climático, supone una dificultad añadida para alcanzar tal ambición y ver cumplidos los objetivos ambientales.
Frente a esta realidad, desde WWF España pedimos un cambio en la gestión hídrica que nos ayude a aumentar la resistencia frente a la sequía y los efectos, el cambio climático. Las sequías se gestionan cuando hay agua, con prevención, y no cuando ya nos hemos quedado sin margen, y sólo nos quedan las medidas de urgencia. Para ello, es imprescindible transitar hacia un modelo agrario y de desarrollo rural, reorientando fondos públicos, especialmente de las ayudas de la PAC, hacia producciones de alto valor natural como son por ejemplo el secano y la ganadería extensiva. Es imprescindible asegurar una renta digna para esas explotaciones que, además, están mucho más expuestas a los efectos de la sequía.
Para abordar los problemas de escasez tenemos que actuar con nuestras decisiones sobre cómo y dónde utilizamos el agua. El regadío, basado en alternativas reales y prácticas que no sólo no deterioren los ecosistemas, sino que contribuyan a recuperarlos, tiene un papel muy importante en este nuevo modelo. Pero no podemos seguir aumentando la presión sobre nuestros ríos y acuíferos con nuevas transformaciones de regadío cada vez más intensivo e industrial. Es imprescindible un reajuste y un compromiso del sector con esta adaptación al cambio climático.
Desde WWF España queremos avanzar hacia una planificación coherente de los diferentes sectores y una gestión integrada del territorio que favorezca usos del suelo que ayuden a recuperar los ríos, humedales y acuíferos. La naturaleza, en buen estado, es nuestra mejor aliada para hacer frente a los retos que tenemos todas por delante y aumentar nuestra seguridad hídrica.
