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La Guerra del Agua, un futuro distópico no tan lejano

  • Guerra Agua, futuro distópico no tan lejano
  • El oro del siglo XXI. Numerosos conflictos en diversas regiones del mundo están teniendo al agua como protagonista. ¿Cómo de cerca estamos de la Gran Guerra Mundial del Agua?

Si hay algo que diferencia al actual Papa de sus predecesores, es su sencillez, su humildad y su empatía hacia temas tabúes (o de no interés) para la iglesia en épocas anteriores. Durante el Seminario sobre el Derecho Humano al Agua celebrado los pasados 23 y 24 de febrero de este año en El Vaticano, el Papa Francisco hizo esta impactante declaración: “Me pregunto si caminamos hacia la Gran Guerra Mundial del Agua”. Pero, ¿cómo de cerca estamos realmente?.

En los últimos años se ha venido considerado al petróleo como el recurso que podría desencadenar la Tercera Guerra Mundial. Sin embargo, los estragos del cambio climático, la falta de prioridad política, las incapacidades gubernamentales, las desigualdades y los conflictos armados han hecho que ahora el punto de mira esté en el agua. Esto, junto con el eterno debate sobre si el agua debe ser un bien de lujo o un bien social accesible para todos, podrían convertir al agua en el foco del mayor conflicto geopolítico del siglo XXI. Pese a que “desde el año 805 se han redactado más de 3.600 tratados relativos a los recursos internacionales del agua” (Informe Internacional del Agua Dulce, FAO), para comprender el problema y considerar el futuro conflicto del agua debemos remitirnos a las cifras y a los hechos.

Existen aproximadamente 300 zonas en el mundo en las que se presagia un conflicto a causa del agua en 2025

Las cifras

Según Naciones Unidas, el consumo de agua se ha duplicado en los últimos 50 años, 2.600 millones de personas carecen de acceso a un saneamiento básico, lo que supone el 40% de la población mundial, y 497 millones de personas en las ciudades dependen de un saneamiento compartido, cifra que se ha multiplicado por dos desde 1990. Partiendo de esto, casi un décimo de la carga global de enfermedades podría ser contenida a través del mejoramiento del abastecimiento de agua, saneamiento, higiene y la gestión de los recursos hídricos en general (UNESCO).

Pero la cosa no se queda ahí. La OMS afirma que la fuente de agua debe situarse a no más de 1.000 metros del hogar y, sin embargo, millones de personas en el mundo deben andar diariamente hasta 6 horas para recoger agua para uso doméstico. Además, según el PNUD, el coste del agua no debería superar el 3% de los ingresos de la unidad familiar, pero la realidad es que los países pobres pagan hasta 50 veces más por un litro de agua que sus vecinos más ricos (ONU), debido a que tienen que comprar el agua a vendedores privados.

Fuente: WaterAid

Teniendo en cuenta, además, que en muchas megaciudades como Tokio, Nueva York o Barcelona, se pierden entre 250 y 500 millones de m3 de agua al año, evitar esas pérdidas podría abastecer de agua potable a entre 10 y 20 millones de personas más en cada gran ciudad (ONU).

Con vistas al futuro, y teniendo en cuenta que el coste total de la inseguridad del agua para la economía mundial se estima en 500.000 millones de dólares anuales incluido el impacto medioambiental (WWC), no podemos olvidar la advertencia de la ONU sobre que en 2050 el consumo de agua aumentará un 44% para satisfacer las demandas industriales y de la población. Hay más cifras que indican que estamos caminando hacia la Gran Guerra Mundial por el Agua; la cuestión es si estamos a tiempo de cambiarlas.

Los hechos

Dentro de la situación actual del agua y su posible proyección futura, la ONU confirmó que existen aproximadamente 300 zonas en el mundo en las que se presagia un conflicto a causa del agua en 2025. Bien sea porque su control centre la lucha, o bien porque sea utilizada como arma para ganar, el agua está teniendo cada vez más un papel protagonista.

Los conflictos se agrupan en varias regiones del mundo, de los que cabe destacar: el conflicto entre Israel y Palestina; la guerra civil en Siria; la disputa entre Bolivia y Chile por las aguas del Silala; el conflicto del Tigris y Eúfrates entre Turquía, Siria e Irak; la cuenca del río Zambeze entre Mozambique y Zimbabwe; el conflicto del Nilo; y la Guerra del Agua Cochabamba.

El conflicto entre Israel y Palestina

Franja de Gaza (Pixabay)

El agua no es el factor principal de este conflicto, pero sí una de sus cuestiones pendientes. Los derechos por el control del agua llevaron a la Guerra del Agua entre 1964 y 1967. A su fin, y después de la ocupación total de Cisjordania y la Franja de Gaza, Israel declaró de su propiedad todos los recursos hídricos. Ahora Palestina tiene que obtener una licencia del ejército israelí antes de desarrollar cualquier actividad o infraestructura hídrica.

Si bien el agua no fue la chispa detonante del conflicto general entre ambos países, sí fue utilizada por Israel como oportunidad para hacerse con los objetivos claves para el control de los recursos hídricos en su beneficio. Israel ha empezado a utilizar el agua para hacer daño a su rival, y como ejemplo de ello, es la destrucción de una tubería que llevaba agua potable a familias palestinas en el valle del río Jordán.

La guerra civil en Siria

Damasco (Fuente: Wikipedia)

El conflicto bélico iniciado a principios de 2011 ha dejado al país devastado, provocando la muerte de más 300.000 personas. En materia hídrica, Israel necesita controlar las fuentes de abastecimiento del río Jordán y los acuíferos de las localidades de Gaza y Cisjordania debido a las escasas precipitaciones en la región. Así, desde 2015, las partes implicadas en el conflicto están usando el acceso a agua potable como elemento para conseguir logros militares y políticos. El bombardeo a la planta de tratamiento de agua de Al Khafseh, los daños a la estación de bombeo de agua de bab al-Nayrab, ambas en Alepo, y el bombardeo a primeros de año por parte del ejército sirio al manantial del río Barada, una de las principales fuentes de agua de Damasco, así como los cortes de suministro en la zona de Wadi Barada producidos desde diciembre de 2016, han dejado a millones de personas en Siria sin acceso a agua, además de haber contaminado cerca del 80% de los recursos hídricos.

Pese al reciente acuerdo de ambas partes para reparar el suministro de agua en Damasco, Gobierno y rebeldes se lanzan acusaciones sobre los sabotajes a los suministros de agua, que Naciones Unidas ha considerado como crímenes de guerra. Esto ha llegado tan lejos que la ONU ha acusado al régimen sirio de haber bombardeado a propósito las fuentes de agua en la zona de Wasi Barada en diciembre.

La lejanía del cese del fuego hace prever que el agua de Siria seguirá dando que hablar, y aunque el suministro de agua por fin haya sido reanudado en Alepo tras más de dos meses de suspensión, los recursos hídricos seguirán siendo foco del conflicto sirio.

La disputa entre Bolivia y Chile por las aguas del Silala

Fuente: Wikipedia

El enfrentamiento entre Bolivia y Chile por la gestión de las aguas del Silala comenzó nada menos que en 1908, cuando Bolivia acusó a Chile de desviar el agua a través de canales artificiales. Este sistema hídrico está ubicado en la zona del altiplano andino, entre ambos países, y es el centro de una disputa entre los gobiernos respecto a su denominación, naturaleza, curso y uso (Wikipedia) que dura más de 100 años.

Bolivia reconoció al Silala como río internacional en 1997 y ambos países estuvieron cerca de llegar a un acuerdo en 2009 que finalmente no fue ratificado. Bolivia cambió de opinión, retornando a los primeros argumentos, y ahora ha denunciado a Chile ante La Haya por el aprovechamiento ilegal de las aguas. El Gobierno de Evo Morales pretende demostrar que el Silala es un manantial cuyas aguas confluyen a Chile por los canales artificiales construidos en 1908, y que éste las utiliza sin pagar por ello. Por lo tanto, al no considerar sus aguas parte de un río, no está sometido al régimen internacional de ríos transfronterizos. Por su parte, Chile asegura que sí se trata de un río internacional, que nace en Bolivia y que cruza la frontera hacia Chile, desembocando en el río San Pedro de Inacaliri, en la cuenca hidrográfica del Pacífico.

Tras el cruce de demandas entre ambos países, la Corte Internacional de Justicia (CIJ) ha definido que Chile presente su memoria con los argumentos a no más tardar del 3 de julio de 2017, mientras que Bolivia podrá entregar su contrademanda hasta un año después.

Cabe recordar que éste no es el único enfrentamiento entre Bolivia y Chile. Ambos países llevan enfrentados desde 2003 por una demanda presentada por el Gobierno boliviano ante el CIJ para obligar a Chile a negociar la salida de las aguas al Pacífico que los bolivianos perdieron en la Guerra del Pacífico en el siglo XIX.

El conflicto del Tigris y el Eúfrates entre Turquía, Siria e Irak

Fuente: Wikipedia

El conflicto sobre estos dos ríos implica a Irak, Siria y Turquía. Ambos ríos nacen en Turquía, transitan por Siria y desembocan en el Golfo Pérsico en la costa irakí. Cada país tiene en su mano cerrar la llave de paso al resto, y esto ha provocado que se genere un enfrentamiento sobre cómo deben utilizarse las aguas que fluyen por ambos ríos.

Las primeras disputas se remontan a la década de 1960, cuando comenzaron los grandes proyectos de desarrollo hidráulico en la región mesopotámica. En 1975, Irak y Siria movilizaron a sus respectivas tropas junto a la frontera cuando concluyó la construcción de una presa siria en el Éufrates, y que estuvo a punto de provocar un importante enfrentamiento entre ambos. Sin embargo, ambos países se unieron contra Turquía, cuando su gobierno interrumpió completamente el flujo de agua del Éufrates hacia Siria debido al enorme pantano situado tras su presa Atatürk.

Para Turquía, ni el Éufrates ni el Tigris son ríos internacionales, ya que ninguno de los dos es navegable en toda su longitud. Por lo tanto, defiende que los dos ríos constituyen una sola cuenca y que son transfronterizos y no internacionales. Mientras el Derecho internacional obliga a Turquía a consultar a los otros dos países antes de construir grandes presas que puedan afectar al caudal de agua, aunque no siempre lo ha hecho, el Gobierno iraquí sigue posponiendo en su agenda internacional el reparto del agua que aportan ambos ríos.

La falta de acuerdo político entre las partes, los efectos del cambio climático y la proyección del crecimiento demográfico, hacen prever que en un futuro se hable más del Medio Oriente debido a las luchas por el agua que por el petróleo.

La cuenca del río Zambeze entre Mozambique y Zimbabue

Cuenca del río Zambeze (Fuente: Wikipedia)

El río Zambeze Nace en Zambia, en la frontera con la República Democrática del Congo y Angola, y tras cruzar un total de siete países, desemboca en el Índico formando un enorme delta (Wikipedia).

La desertificación, el aumento poblacional y la contaminación de los ríos hace que el agua sea un bien cada vez más escaso en África. La cuenca del río Zambeze, ubicada en el sur de África, es uno de los sistemas hídricos más sobreexplotados del mundo. Los países que componen dicha cuenca, Malaui, Zambia, Zimbabue, Angola y Mozambique, compiten constantemente por sus aguas, dando origen a graves conflictos.

En marzo del año 2000 estuvo a punto de iniciar una guerra entre Mozambique y Zimbabue, cuando éste último abrió la presa de Kariba. A día de hoy, aunque menos sonados, los enfrentamientos por el recurso hídrico continúan.

El conflicto del Nilo

El Nilo, en rojo, y sus dos ramales: el Nilo Blanco y el Nilo Azul. (Fuente: Wikipedia)

La cuenca hidrográfica del Nilo comprende 3.254.555 km2, aproximadamente el 10% de la superficie de África (Wikipedia), siendo el curso fluvial más grande del continente. La cuenca tiene dos fuentes principales: El Nilo Blanco, que nace al este de África, y el Nilo Azul, que surge en Etiopía. Esta cuenca garantiza, en gran parte, la supervivencia de la población de 11 estados ribereños: Uganda, Sudán del Sur, Sudán, Egipto, Ruanda, Tanzania, Kenia, Etiopía, Burundi, República Democrática del Congo y Eritrea.

El agua es capaz de dar prosperidad a los pueblos y desolar otros

El conflicto del Nilo parte de que para Egipto, el río es indispensable para la prosperidad del país. Así, siempre ha puesto trabas a la llegada de un acuerdo: En 1922 declaró sus derechos históricos sobre la mayor parte del caudal; Entre 1929 y 1959, amenazó con la fuerza militar a los estados ribereños, en especial a Etiopía y Sudán, por querer construir presas en las partes altas del río; Desde 1970 hasta la actualidad, las amenazas se han vuelto mucho más agresivas. Incluso el que fue su presidente, Anwar al-Sadat, declaró que el único motivo que podría inducir a Egipto a entrar en guerra, era el agua; algo que corroboraría en la década de los 80, Boutros Boutros-Ghali, ministro de Asuntos Exteriores al decir que “la próxima guerra en nuestra región no será por motivos políticos, sino por el agua” (United Explanations).

El uso del río Nilo ha sido asociado con la política africana durante muchas décadas. El resto de países se han quejado de la dominación egipcia sobre el agua del Nilo, y aunque ha habido intentos de promover tanto el uso de las aguas por igual como la cooperación pacífica entre los estados de la cuenca del Nilo, siempre han fracasado.

Pero no toda la culpa es de Egipto. Etiopía y Sudán también se ha negado a llegar a un acuerdo y han negado concesiones al resto de países, debido a que entre ambos controlan aproximadamente el 85% de las aguas del Nilo Azul y Nilo Blanco respectivamente, lo que les hace tener una posición dominante como reguladores del nacimiento del Nilo.

Así, el complejo entramado sobre la gestión del Nilo se reduce a estos tres países: Egipto, Sudán y Etiopía. Los planes de éste último sobre construir la mayor hidroeléctrica del continente africano, cuya puesta en marcha está prevista para 2017, ha tensado aún más las relaciones. Esta megaconstrucción supondría para Egipto y Sudán una limitación del caudal que reciben del Nilo, lo que podría conllevar a que ambos países preparen un ataque militar por las aguas del río.

La Guerra del Agua de Cochabamba

(Fuente: Fotolog)

La Guerra del Agua de Cochabamba, en Bolivia, y que tuvo en lugar entre los meses de enero y abril del año 2000, fue uno de los hitos más significativos en Latinoamérica en la lucha por el derecho al agua. Su detonante: la privatización del abastecimiento de agua potable.

Como consecuencia de la privatización, las tarifas de agua subieron en más de un 50% y muchas personas tuvieron que renunciar a la escolarización de los niños o a los servicios médicos como consecuencia de los precios del agua (Wikipedia). La población de Cochabamba se echó a la calle en protesta: bloqueo de carreteras, huelgas y hogueras con las facturas que los bolivianos se negaban a pagar. En respuesta el gobierno boliviano por aquel entonces de Hugo Banzer, decretó el estado de sitio.

El colapso de la economía nacional y el aumento de los disturbios (Al menos un muerto y 170 personas heridas en una de las protestas), hicieron que finalmente en abril se revocase la decisión y se devolviera el suministro de agua a manos públicas.

Como apunte, la histórica Guerra del Agua de Cochabamba aparece en la película de Icíar Bollaín, “También la lluvia”.

El agua, el oro del siglo XXI

¿Ha arrancado la cuenta atrás para este gran conflicto?

Los líderes mundiales han asumido, a través de los Objetivos Mundiales del Desarrollo Sostenible, el compromiso de garantizar el abastecimiento de agua segura y saneamiento para todos, de aquí a 2030.

El agua es capaz de dar prosperidad a los pueblos y desolar otros. En la actualidad hay 200 ríos y 300 lagos compartidos por fronteras internacionales. De hecho, tres cuartos de los Estados miembros comparten cuencas de ríos o lagos con sus vecinos. Todo esto supone el riesgo de que puedan sucederse conflictos importantes entre países, sin olvidar que los desplazamientos de millones de personas por la falta de agua también podría derivar en guerras. Las cabezas nucleares, el combustible o el arsenal armamentístico dejará de cobrar importancia en pos del diseño de las canalizaciones para tener el poder de la llave del agua.

A pesar de los conflictos citados anteriormente, según la UNESCO “ningún estado ha ido a la guerra a causa específicamente de los recursos hídricos desde que las ciudades-estado de Lagash y Umma se enfrentaron en la cuenca del Tigris y el Eúfrates antes de nuestra era”. Quizá solo sean conflictos en los que el agua está presente de manera directa o indirectamente, pero si hay muertes, yo los llamo guerras.

Ya lo decía John F. Kennedy: “Quien fuere capaz de resolver los problemas del agua, será merecedor de dos premios Nóbel, uno por la paz y otro por la ciencia”. Aún hay esperanza. Aún hay tiempo. Y en palabras del actual pontífice: “Aún podemos revertir esta situación. Todavía no es tarde. Pero es urgente tomar conciencia de la necesidad del agua y de su valor esencial para la humanidad”.

¿Ha arrancado la cuenta atrás para este gran conflicto?

Otras fuentes consultadas y no citadas en el texto: Alainet, Cuarto Milenio.

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