La Estrategia Española de Economía Circular, también llamada España Circular 2030, busca ser una hoja de ruta para la inserción y aplicación de reformas robustas y precisas para el crecimiento sostenible y trascender del modelo lineal basado en el “usar-consumir-tirar”. Del mismo modo, allana el camino para afianzar unas bases que impulsen un nuevo modelo de producción y consumo en el que el valor de los recursos, materiales y productos son medidos por su uso productivo y su tiempo de vida útil, dejando atrás la métrica de “consumo”. Este concepto responde a la definición de economía circular y abre paso a nociones que cada vez son más comunes en nuestro vocabulario, como “vertido cero”, “modelo de biorrefinería”, “desarrollo sostenible” o “simbiosis industrial”.
Este conjunto de plan de acciones, en la estela del Pacto Verde Europeo o la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible, fue concebido como una necesaria respuesta a la degradación medioambiental y su reflejo en indicadores medioambientales como la huella ecológica. Estos problemas no son ajenos al territorio español y las acciones emprendidas apropiadamente aquí tendrán repercusión tanto nacional como internacionalmente.
Desde hace ya algún tiempo, diversos indicadores vienen subrayando el avance imparable de la degradación ecológica y de la escasez y empobrecimiento de los recursos existentes a través del siempre creciente aumento poblacional y el desarrollo socioeconómico humano, mostrándose como dos caras de la misma moneda.
Esto ha repercutido en varias crisis en términos ecológicos, económicos, sanitarios y sociales que cada vez se producen con mayor frecuencia e intensidad. Esta crisis medioambiental, energética (solamente hay que mirar las fluctuaciones del precio de la luz), higiénica y sanitaria que vivimos actualmente ha demostrado la interdependencia de estos entes, generando consigo un periodo de inestabilidad social y económica global. Dicha inestabilidad está afectando directamente a nuestro estilo de vida y está encareciendo significativamente el acceso, la disponibilidad y la comercialización de recursos necesarios para nuestro día a día. Claramente, esta situación afecta negativamente de manera desigual a productores, proveedores, industrias, comercios y consumidor final.
El agua es un recurso esencial para el desarrollo y supervivencia de los seres vivos, encontrándose a medida que avanza el tiempo en un punto más crítico debido al peligroso desequilibrio existente entre la accesibilidad limitada de agua potable de calidad, el desigual reparto de dicha agua y el impacto originado por el cambio climático en el ciclo hidrológico.
Pese a que este bien esencial adquiere relevancia dentro de la Estrategia Española de Economía Circular, no acaba de dársele la importancia que realmente posee, analizándose como un recurso aislado más, que debe ser depurado y desinfectado para ser reutilizado o vertido.
Pese a adquirir importancia dentro de la Estrategia Española de Economía Circular, no acaba de dársele al agua la importancia que realmente posee
Debe tenerse en cuenta que el agua no solo se utiliza en alimentación, limpieza o higienización, sino que también es aplicado como ingrediente, materia prima, medio de transporte, disolvente, extractor o en sistemas de transmisión de calor o refrigeración. La diversidad en su aplicación y en la industria que la produzca convierte al agua residual en una fuente rica de recursos valiosos y de interés industrial con un potencial de circularidad transcendental.
Este razonamiento va más allá de la depuración, y, por tanto, de la reutilización y del reciclaje del agua. Pero no le resta ninguna importancia, ya que la depuración de aguas residuales seguirá siendo necesaria para cerrar el ciclo hidrológico y poder reutilizar el agua regenerada a partir de una corriente residual compleja, tal y como se refleja en las acciones que se llevarán a cabo en el marco del plan DSEAR (Plan Nacional de Purificación, Saneamiento, Eficiencia, Ahorro y Reutilización).
La innovación tecnológica adquiere así gran relevancia ya que permite propulsar el cambio del modelo económico lineal predominante hacia uno más circular y proponer soluciones a los diversos sectores empresariales e industrial más alineadas con el uso de recursos de valor provenientes de residuos convenientemente tratados y afiancen la economía circular para poder salvar las barreras existentes de tipo económico, higiénico, sanitario, normativo, etc.
Muchos compuestos o productos de alto valor añadido pueden obtenerse de corrientes residuales a través de procesos más intensos y efectivos de una depuración o una desalinización, alcanzando grados de pureza similar al de un producto sintético comercializable. Sin embargo, son “condenados” legislativamente por su origen. Desde la Administración Pública debe legitimarse la incorporación de esos productos obtenidos a partir de corrientes residuales mediante rigurosos controles de calidad similares a los de cualquier otro producto comercializable con el fin de garantizar su funcionalidad e incrementar su ciclo de vida en la economía. Del mismo modo, debe legitimarse la reutilización y regeneración del agua, exigiéndole la calidad necesaria para realizar la función por la que ha sido proyectada, sin necesidad de reclamar calidades innecesariamente altas si su uso no lo requiere, siempre basándose en términos higiénicos, sanitarios, productivos y operativos.
Centros tecnológicos como AINIA estamos en la obligación de impulsar este cambio, promoviendo estudios y proyectos dirigidos a mostrar, de manera práctica, la viabilidad de iniciativas reales de regeneración de recursos a partir de residuos sólidos y líquidos.
El reto de introducir el concepto de circularidad en la economía española reside en entender este concepto como elemento transversal, concentrando los esfuerzos en el inicio de la cadena de valor para maximizar la durabilidad de los recursos y materiales. En este marco, el agua deja de ser un recurso a seguir dentro de esta circularidad y se convierte en un medio de autoabastecimiento de diversos recursos o materias primas que dan un valor añadido a los procesos ejecutados en la misma industria o en otros sectores a través de la simbiosis industrial.