Se van a cumplir 25 años de la publicación del Libro Blanco del Agua en España. En diciembre de 1998, su documento de síntesis explicaba que los escenarios climáticos previstos para España por la Comisión Nacional del Clima suponen una ligera disminución de las precipitaciones medias anuales y un aumento de las temperaturas, lo que daría lugar a una disminución de la escorrentía total.
"Los territorios del Sureste peninsular, la cuenca del Guadiana, el valle del Ebro y los archipiélagos serían las áreas donde el impacto sobre los recursos se manifestaría más severamente, precisamente aquellas donde ya se presentan los mayores problemas hídricos. Un aumento de 1 °C en la temperatura y una disminución del 5% en la precipitación supondrían un descenso en las aportaciones de estas áreas del orden del 20%, valor que se incrementaría notablemente en un escenario más extremo de disminución de un 15% en la precipitación y aumento de 4 °C en la temperatura".
Claro que Exxon ya lo sabía desde los años 70, pero aun con un cierto retraso, nosotros estábamos avisados por un documento público.
En esos 25 años hemos tenido diversas evidencias. Nos hemos familiarizado con los grandes temporales -algunos con nombres asociados a catástrofes, como Gloria y Filomena- y una mayor frecuencia de episodios secos, especialmente en las zonas mediterráneas.
En las cuencas internas de Cataluña se recuerdan especialmente 5 episodios previos al actual[1], algunos de los cuales dieron lugar a decretos reguladores de la escasez de agua:
- Decret 94/1999, de 6 d’abril,
- Decret 168/2000, de 2 de mayo
- Decret 22/2002, de 22 de enero.
- Entre abril 2007 y mayo de 2008 se encadenaron 16 meses sin lluvias destacables en las cabeceras de los ríos.
- El 2016, 2017 y los primeros meses de 2018 se dio un régimen de lluvias por debajo de la media habitual.
En enero de 2020 llegó el Gloria con sus excesos y después la situación actual en que no llueve y ya se nos echa el verano encima. La vida enseña más que los planes.
Las reservas de las cuencas internas han descendido del 39% al 28% desde septiembre, a pesar de que las desaladoras existentes funcionan a pleno rendimiento desde hace meses y las aguas regeneradas han entrado de lleno en la escena, ya no solo para asegurar el caudal circulante del Llobregat sino para los regadíos del delta y el suministro urbano del Área Metropolitana de Barcelona. Parece que, por fin, espabilamos. Y a pesar de todo, si la primavera no es generosa en agua, el verano será difícil para todos: ciudades, industria y agricultores.
En paralelo, se agrava la greña por el agua entre el Tajo y el Segura. Unos consideran como gran victoria el recorte del trasvase, mientras otros siguen descalificando las aguas desaladas por tóxicas y caras, y prometen querellas por aquellas cuestiones que se consideren lesivas para los intereses de los regantes.
"Que el cambio climático lo paguen otros!, se puede interpretar de esos, mientras aquellos dicen alegremente que hoy el Tajo es más río que ayer, porque vamos a garantizar que tenga agua. No importa si es sucia ni si se usa indebidamente, lo importante es que tenga agua.
Todo un espectáculo. Los argumentos, ya sean de carácter ambiental o económico, son armas arrojadizas contra las posiciones contrarias. No importa el fondo de la cuestión, sino de qué lado se está.
Todo el mundo sabe que se acaba una época y busca la mejor posición de salida para entrar en la escasez de agua, ya evidente.
Volvamos al Libro Blanco, que pocos discutieron (nadie, que se sepa ni en el Tajo ni en el Segura). ¿Qué decía sobre desalación y trasvases?
"Una parte importante de los sistemas de explotación de la mitad suroriental de la península, junto con algunos sistemas de la margen derecha del Ebro, parte de Cataluña y algunas islas, estarían sometidos, aun en el hipotético caso de máximo aprovechamiento de los recursos potenciales, incluyendo desalación y transferencias, y máximo grado de reutilización, a una escasez de recursos de carácter estructural o coyuntural".
Y más adelante: "La discusión sobre trasvases intercuencas ha de tener esto siempre presente, y no olvidar que se trata, más que de una aceptación o rechazo conceptual sobre los trasvases, que es improcedente dada su absoluta necesidad teórica, una discusión sobre el alcance de las escalas a las que pueden realizarse estas transferencias y sus condiciones de viabilidad a esas escalas".
El Libro Blanco no se concibió como un documento antitrasvasista ni tildaba la desalación como tóxica o cara. Era, de forma muy genérica, un documento técnico realista que avisaba de lo que se avecinaba y proponía, con tiempo, criterios de adaptación y planificación del agua.
¿Cómo se puede esgrimir ahora el argumento catastrofista de la pérdida de miles de hectáreas y de empleos? ¿Va a ser el agua y no el encarecimiento de los otros factores el responsable de eso y del exagerado aumento del precio de los alimentos?
¿Y cómo, más allá de la alegría, se van a resolver los problemas estructurales del Tajo, la ineficiencia en el uso del agua y la profunda contaminación del río?
Habrá que esperar a junio para ver quien administra la realidad por tanto tiempo anunciada. Mientras tanto, guerra de intereses y dinero gastado en pleitos y en campañas electorales que van a excitar más los sentimientos que la razón.
[1] Les sequeres a Catalunya. Principals episodis. Agència Catalana de l’Aigua, 2019.