Este artículo fue originalmente publicado en el segundo número de iAgua Magazine
El agua, los alimentos y la energía son tres necesidades fundamentales del ser humano muy ligadas entre sí. Hace falta agua y energía para producir alimentos, consumimos energía para extraer y distribuir agua y, al mismo tiempo, la producción de energía en muchos casos requiere agua. Pero ahora una nueva variable, provocada entre otros factores por la manera en la que producimos y consumimos energía y alimentos, altera de manera radical esta ecuación: el cambio climático.
Dar de comer a la población del planeta en un futuro inmediato es "el reto"
Según las predicciones científicas, el cambio climático reducirá drásticamente la disponibilidad de agua en muchas zonas del planeta y provocará que aumenten las necesidades hídricas de los cultivos. Además, la producción de biocarburantes amenaza con ocupar grandes extensiones de tierras de cultivo de regadío, con el riesgo de poner en peligro el acceso a los alimentos en nuestro planeta, que previsiblemente superará los 9.000 millones de habitantes a mediados de siglo.
Dar de comer a la población del planeta en un futuro inmediato es El Reto, con mayúsculas, por dos razones. Primero, porque no vale cualquier forma de alimentarse: mientras casi 900 millones de personas padecen desnutrición crónica, 1.400 millones sufren sobrepeso. Segundo, porque el planeta es finito. Si todo el mundo viviera como lo hacemos los europeos, necesitaríamos 2,7 planetas para satisfacer nuestra demanda de recursos.
No podemos olvidar que la agricultura ya usa el 30% de la energía en el planeta y el 70% del agua, y que la alimentación es responsable aproximadamente de un tercio de las emisiones de gases de efecto invernadero. Es cierto que podemos pensar que qué mejor uso de los recursos que la alimentación, pero tenemos que ser conscientes de que es posible alimentarse de otro modo, con un menor impacto sobre el planeta. Por ejemplo, aprovechando mejor la comida: los europeos tiramos el 30% de la compra que adquirimos en nuestras casas, lo que supone 179 Kg. por persona al año. Unos alimentos que han necesitado agua, energía y suelo para ser producidos y que acaban en la basura.
Una nueva forma de alimentarnos supone, además, que habría que reducir el consumo de los productos con gran huella ecológica y apostar por los que, con un menor uso de suelo, energía, agua y menores emisiones de CO2, tienen los valores nutricionales que nuestro cuerpo necesita. La producción de 1 kilo de cerdo genera 35 veces más emisiones que la producción de un kilo de patatas y consume 15 veces más agua. Los valores nutricionales no son comparables, pero nos dan una idea de los diferentes impactos de los alimentos de origen animal y vegetal. No se trata de que nos hagamos todos vegetarianos, simplemente tenemos que ajustar nuestra dieta.
No podemos olvidar que la agricultura ya usa el 30% de la energía en el planeta y el 70% del agua
En un análisis de la dieta española realizado por WWF dentro de su proyecto “LiveWell for LIFE” hemos comprobado que los nutricionistas españoles comparten preocupaciones con nosotros: comemos demasiadas proteínas animales, ya sea carne o lácteos, y tenemos carencia de vegetales, fruta y legumbres.
Las recomendaciones del proyecto “Live Well for LIFE” son tan simples como volver a la dieta mediterránea: más vegetales, menos animales, más variedad y menos alimentos cargados de grasas, sal o azúcar (generalmente alimentos procesados). En definitiva, una dieta más sana para nuestro cuerpo y para el planeta. Además, debemos tirar menos comida y apostar por certificaciones fiables como la agricultura ecológica, la ganadería extensiva -mejor si es de razas autóctonas- o la certificación MSC para el pescado. Así, reduciremos la huella hídrica, energética y ecológica de nuestra dieta y dejaremos recursos para los comensales del futuro.