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El último paso para ser SMART es comunicar

Sobre el blog

Luis Martín Martínez
Luis Martín Martínez es el Director de Hidrología Sostenible, que tiene como actividades la comunicación y creación de contenidos especializada en el mundo del agua, y la realización de proyectos para un uso sostenible del agua en el entorno urbano.

Podemos encontrar muchas definiciones de SMART, pero todas coinciden en los principios básicos, usar la tecnología para monitorizar, controlar y gestionar. Inmediatamente nuestra mente empieza a pensar en medidores de luz que encienden las farolas sólo cuando es necesario o cámaras que detectan la cantidad de tráfico para ajustar la duración de los semáforos según las condiciones. Y en el caso del sector del agua, piezómetros que miden la presión en la red para detectar fugas o los famosos telecontadores (smart meters).

O sea, pensamos en electrónica, aparatitos que se conecten vía móvil, radio o fibra óptica, con otros aparatos o con un centro de control. En función de los datos recibidos se toma una decisión de que hacer al respecto, ya sea automáticamente o por una persona (esa es la parte genuinamente “smart”) y mediante algún actuador, que podría ser un simple interruptor que encienda o apague las farolas, se aplican las medidas que se consideren oportunas.

Básicamente se seguiría el siguiente esquema:

Si pensamos en un ejemplo tecnológico SMART para el agua, podría ser un sensor de presión en la red que envía sus lecturas a un centro de control, el centro detecta que ha habido una caída brusca en la presión y emite una alarma de fuga, el gestor de la red ayudado de la tecnología disponible localiza el tramo donde está la fuga y emite una orden de trabajo para que los operarios vayan al lugar y la arreglen.

El esquema entonces quedaría así:

Hasta ahora hemos abordado el concepto SMART desde un punto de vista más ortodoxo. Pero vamos a dar un paso atrás, volvamos a la definición del concepto (usar la tecnología para monitorizar, controlar y gestionar) y pensemos si hay más ejemplos que la cumplan, aparte de los que se nos vienen automáticamente a la cabeza.

Usemos el famoso pensamiento lateral, o como dicen los angloparlantes, pensemos “fuera de la caja” (out of the box). Eso que los niños hacen de manera natural, la base de la creatividad y que vamos perdiendo con el tiempo.

¿Y si un sensor es algo más que un aparatito electrónico con cables, placas y baterías? ¿Y si ya existiera un sensor multiparamétrico, inteligente, que no necesitara electricidad, con múltiples vías de comunicación y con una vida útil de casi 80 años? ¿Y si el sensor en lugar de una aparato electrónico fuera el ser humano, los usuarios?

Al fin y al cabo la gestión del ciclo del agua tiene como último objetivo que el usuario reciba un buen servicio. No se mantiene la calidad del agua, la regularidad del suministro o la presión porque sí, por capricho. Suponemos que si todos los parámetros que controlamos técnicamente están bien, el usuario estará satisfecho. Suponer cosas no es científico, debemos conocer, una gestión verdaderamente SMART tiene que llegar hasta el final.

Una persona no es sólo un “sensor” complejo que mide muchísimas variables, sino que también es un “actuador”. Una persona concienciada e informada puede tener el mismo o más impacto en el ciclo del agua que cualquier aspecto técnico. Además, son capaces de comunicarse con otros “sensores” y aplicar la tecnología SMART por su cuenta, de manera independiente, como si ellos fueran los gestores.

Y para comunicarnos con estos “sensores-actuadores” humanos tenemos la herramienta del siglo XXI, internet. Ya sea correo electrónico, webs, aplicaciones móviles y como no, las redes sociales.

Un esquema aproximado en este caso sería así:

Estos “sensores humanos” tienen ventajas e inconvenientes. Tienen la ventaja de que miden el parámetro que resume todo el ciclo del agua, la satisfacción. Eso sí, es un parámetro muy complejo y a veces difícil de interpretar. Pero además de sensores, son actuadores, y unos actuadores muy eficientes. Cierran un grifo y ese simple hecho afecta con una reacción en cadena a todo el ciclo del agua.

Aunque hay que admitir que tienen otros inconvenientes, o mejor llamémosle dificultades. Muchos de los sensores no están activados para la función “agua”, hay algunos que lo están para la función “política”, otros para la función “cuidado animal”, para la “igualdad de género” o para “cooperación”. Hay que encontrar donde está el botón de ON y pulsarlo.

Es necesario establecer las conexiones entre estos sensores y los responsables de la gestión del agua, hay que construir y mejorar la comunicación con ellos. Pero para ello hay que aprender su lenguaje, a interpretarlo y usarlo, un lenguaje que conozcan, que les llegue y que cause un efecto. Y para colmo no todos usan el mismo ni se comunican por las mismas vías.

Los modelos más recientes prefieren mensajes cortos y directos, con lenguajes menos estructurados, y pueden comunicarse por múltiples vías. Los modelos con algo más de tiempo, han ido añadiendo algunos módulos de comunicación, aunque su conectividad es menos variada que los modelos más modernos. Prefieren lenguajes más clásicos y mejor estructurados que son más fáciles de comprender por parte de los centros de control.

Estos sensores son muy potentes, pero estamos acostumbrados a que los datos y las órdenes viajen a la velocidad de la luz con los electrónicos, en este caso tenemos que cambiar nuestro concepto de tiempo. Esto no ocurre de la noche a la mañana, como cualquier sistema inteligente tiene que tener un proceso de aprendizaje.

Debe contar además con funcionalidades como concienciación, empatía y responsabilidad. Estas funcionalidades deberían ser instaladas por el fabricante, cuando aún se está desarrollando su sistema operativo. Es posible hacerlo a posteriori, pero es mucho más complicado.

Y quizá lo más difícil de todo… hay que cambiar el concepto de “ordenar” (que es muy fácil) por “seducir y educar” (que no lo es tanto).

Tenemos que superar estos inconvenientes si queremos beneficiarnos del sensor más evolucionado que existe, aquel cuyas lecturas al fin y al cabo son las que importan. Tenemos que invertir tiempo, esfuerzo y dinero si queremos tener el mejor ciclo del agua posible, un ciclo del agua completamente SMART.

*Y recuerda, este artículo forma parte del concurso de blogs de iAgua #SmartWaterContest, así que si te ha gustado, dale al corazoncito azul que hay encima del artículo. Gracias por anticipado ;)