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Agua y ganadería: una relación más allá de la evidencia

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Portada iAgua Magazine

La evaluación de la huella hídrica de sectores con gran demanda de materias primas como la ganadería puede ser de gran interés a la hora de implementar políticas encaminadas a minimizar posibles impactos sobre los recursos hídricos. Con un índice de conversión de 3-9 kg de alimento por kg de peso vivo, la necesidad de agua para producir carne es muy elevada. Por ejemplo, mientras que la huella hídrica de los cereales se estima en unos 0,5 L/Kcal, la carne de cerdo tiene una huella hídrica superior a 2 L/Kcal y la carne de vacuno algo más de 10 L/Kcal. 

Más de la mitad de la huella hídrica de la ganadería española recae en el extranjero, debido a la importación de soja procedente de países latinoamericanos o la importación de trigo o maíz procedente de países europeos o Estados Unidos. Con ello, España, está “ahorrando” el volumen de agua necesario para su producción, externalizando parte de los impactos sobre los países productores. A pesar de que el agua verde es la principal componente de la huella hídrica importada, al proceder de países relativamente húmedos, el uso de fertilizantes y agroquímicos en las cuencas de origen se asocia también con importantes impactos (agua gris). Además, el consumo de agua verde está directamente ligado a la ocupación del suelo, por lo que su uso para agricultura irá en detrimento de otros posibles usos naturales (véase la relación entre cultivo de soja y deforestación en algunas zonas del Gran Chaco).

Ninguna política nacional de agua incorpora el hecho de que la ganadería es de forma indirecta gran consumidor de recursos hídricos

Como consecuencia de la fuerte internacionalización del sector se ha producido un importante crecimiento de la cabaña ganadera española, aumentando la presión sobre los recursos hídricos nacionales, tanto por una mayor demanda de agua para el riego de cereales, como por la posible contaminación derivada de la gestión de los desechos ganaderos.

Por norma general la huella hídrica de un animal criado en un sistema extensivo es muy superior a la de los criados en sistemas industrializados, debido principalmente a factores como la limitación de movimiento, el uso de razas más productivas, la edad de sacrificio o el elevado poder nutricional de los piensos compuestos. Pero si las tres componentes de la huella hídrica son analizadas por separado, prescindiendo de su suma perniciosa, se puede observar que la mayor parte de la huella hídrica asociada a la ganadería extensiva se corresponde con agua verde. El consumo de alimentos procedentes de pastos naturales, rastrojeras, praderas sin riego artificial o localizadas en terrenos marginales para la agricultura, difícilmente puede ser relacionado con una disminución o contaminación de los recursos hídricos a escala de cuenca. Pero cuando la necesidad de recursos externos al ecosistema aumenta, como es el caso de buena parte de la cabaña porcina ibérica española, donde los animales sólo tienen acceso a los pastos durante un limitado periodo de tiempo, sus implicaciones ambientales estarán ligadas a los impactos asociados a la producción de su alimentación.

Otro hecho a tener en cuenta es que la mayor parte de los análisis de huella hídrica realizados hasta el momento no incorporan el agua gris asociada a la gestión de los desechos ganaderos. La aplicación de purines o estiércol como enmienda orgánica en agricultura es una forma habitual de reciclaje de nutrientes, pero si no se realiza de forma controlada, puede suponer una fuente de contaminación. La concentración geográfica característica del sistema industrializado español, unida al fracaso de las plantas de tratamiento de purines, puede agravar dichos impactos. Es el caso de algunas regiones españolas (véase las comarcas de Osona, Cinco Villas o Valle del Guadalentín entre otras), donde el aumento de las zonas declaradas vulnerables a la contaminación por nitratos está muy ligada con el incremento en la cabaña porcina y no de forma exclusiva con la intensificación de la agricultura.

Ninguna política nacional de agua incorpora el hecho de que la ganadería es de forma indirecta gran consumidor de recursos hídricos, siendo recomendable tener en cuenta el nexo agricultura-ganadería dentro de las estrategias de planificación hidrológica a largo plazo.