Espero que nadie se sienta incómodo con el tema, pero me gustaría abordar un tema escatológico que no es habitual en ninguna conversación entre profesionales del agua y saneamiento, y menos aún como tema de sobremesa: la defecación al aire libre, el escalón más bajo de la escalera del saneamiento.
Una situación impensable para el 87% de la población mundial, pero la única opción para el 13% restante. Un tema tabú, no aceptable, en general, socialmente, y del que, por tanto, poca gente habla. Y una situación de la que no se habla es compleja de solucionar, y en muchas comunidades sumidas en la pobreza el saneamiento no se suele priorizar.
La defecación al aire libre en zonas urbanas y periurbanas se produce por diversas razones, como la escasez de espacio para construir letrinas en zonas muy densamente pobladas (asentamientos informales, generalmente) o la escasez de recursos de los propietarios de las viviendas. Y cuando la gente vive en viviendas alquiladas y los propietarios no invierten en letrinas, los inquilinos suelen ser reacios a hacerlo. Pero es en el ámbito rural en donde se concentra el 90% de la población mundial que practica la defecación al aire libre, que se produce especialmente en los quintiles más pobres.
Desde 1990 ha habido progresos, pero que todavía 946 millones de personas en todo el mundo practiquen la defecación al aire libre indica que queda mucho trabajo por hacer. Según el último informe del Programa de Monitoreo Conjunto de la OMS y Unicef, dos terceras partes de esta situación se produce en el Sur de Asia, en donde desde 1990 se ha producido una leve mejoría de 771 a 610 millones de personas. Sin embargo, en África subsahariana en el mismo periodo la población afectada se ha incrementado de 181 a 229 millones de personas.

Fuente: Programa de Monitoreo Conjunto de la OMS y Unicef
En la última década la eliminación de la defecación al aire libre ha sido reconocida como una prioridad en la mejora de la salud, los ingresos, la seguridad o la educación de la población con más bajos recursos. Esta práctica afecta a la salud de la población a través de enfermedades como la diarrea o el cólera, que además provoca una disminución de la asistencia a la escuela de los niños y niñas y de la productividad laboral. También afecta a los grupos sociales más vulnerables, como las personas con discapacidad y las mujeres, que quedan más expuestas a ser agredidas cuando tienen que salir a hacer sus necesidades a las afueras de la localidad en la que viven, en una situación, además, carente de privacidad y dignidad.
Todo un reto por abordar, y así se ha recogido como meta en los recientemente aprobados Objetivos de Desarrollo Sostenible, en los que se quiere acabar con esta práctica en 2030.
Y el problema no debería ser económico, pues por ejemplo, según investigaciones del Banco Mundial, por cada dólar invertido en la reducción de la defecación al aire libre en zonas rurales se genera un retorno de 6 dólares, y según otros estudios con inversiones del orden de 10.000 millones de dólares anuales se alcanzaría el acceso universal al saneamiento básico en 2 o 3 décadas. Y con mayores compromisos los plazos podrían acortarse.
El próximo 19 de noviembre se celebra el Día Mundial del Saneamiento. Un buen momento para visibilizar la problemática de la defecación al aire libre.
Y no hace falta pedir perdón, ¿no?
P.D. Os recomiendo algunos enlaces para profundizar en el tema:
http://www.unwater.org/worldtoiletday/home/en/?section=about
http://www.un.org/es/millenniumgoals/endopendefecation.shtml