A los gobiernos del Perú les ha interesado muy poco el tema ambiental, pese a que en Europa y Asia, especialmente, llevan muchas décadas promoviendo la educación ecológica e implementando políticas verdes en todo su quehacer diario, que bien podemos asumir, adaptar, innovar y hasta superar en nuestro país, con mayor razón si somos el país tropical más sensible al cambio climático y al aumento de la temperatura.
Cuántas veces he propuesto que Perú, a través del Acuerdo Nacional, apruebe la transición ecológica para un desarrollo sostenido, inclusivo, justo y democrático. Pero lamentablemente aún no tenemos políticos con nivel de estadistas, vocación de servicio y a la altura de las circunstancias que el país exige y necesita.
Si tuviéramos cierta conciencia ambiental, sabríamos que este cambio en el sistema de gobierno empezaría por la educación con el impulso de la pedagogía verde, una herramienta trascendental y vital para la transformación social y ambiental y enfrentar con éxito los retos y desafíos de una sociedad global.
Y aquí escribiré sobre Heike Freire, una pedagoga española referente en el mundo hispano ―y no hispano― que postula y promueve la educación verde, sostenible, que conecta con la naturaleza, el respeto y el valor de los ecosistemas interconectados con las relaciones sociales, con el planeta. Sumamente crítica de la pedagogía "blanca" (las recompensas) y la pedagogía "negra" (los castigos).
“La educación ambiental debería orientarse hacia el presente. Convertirse en un movimiento de cambio que ponga el cuidado de la vida y del planeta en el centro de nuestros desvelos”, sostiene la autora de ‘Educar en verde: Ideas para acercar a niños y niñas a la naturaleza’ y ‘Un hogar para crecer: cómo cuidar y educar para un desarrollo sano y feliz’.
La Pedagogía Verde permite a los estudiantes ―en un aprendizaje basado en la experiencia― conectarse con la naturaleza. El currículo debe ser sostenible, con visión holística y enfoque basado en la acción y la transformación social y ambiental, con participación comunitaria. Debe fomentar valores y actitudes sostenibles, así como el desarrollo de habilidades claves y fundamentales para un desarrollo físico-mental-espiritual integral y altamente competitivo, como lo exigen las sociedades modernas.
Por qué no damos una mirada más allá del Atlántico o El Pacífico, donde muchas naciones han logrado alto grado de desarrollo y bienestar. Tenemos mucho que aprender de otras sociedades y culturas. Como bien me dijo mi amigo, Andrés Ignacio, desde Ciudad Real: “acá ya está hecho casi todo”.